Martin Scorsese propuso en 1988 una visión a ras de tierra, estrictamente humana, de la figura de Jesús. Lo hizo con la polémica y anatemizada La última tentación de Cristo, en la que Willem Dafoe encarnó a Jesucristo, Barbara Hershey a la prostituta María Magdalena, Harvey Keitel a Judas, Harry Dean Stanton a Pablo y David Bowie fue Poncio Pilatos. La película se basa en la novela homónima de Nikos Kazantzakis, pero Scorsese tuvo muy en cuenta la opinión de Paul Moore, entonces obispo episcopaliano de Nueva York. «Me explicó que el tema de las dos naturalezas de Jesús era correcto desde el punto de vista cristológico: la discusión se remonta al año 451, en el concilio de Chalcedon, cuando se discutió hasta qué punto Jesús era divino y hasta qué punto humano. Me pareció una idea interesante que la naturaleza humana de Jesús luchara contra Él hasta el final», relató el cineasta.

La última tentación de Cristo se ha convertido en un claro referente para todos aquellos directores que en el siglo XXI han trasladado al cine o la televisión los pasajes más recurrentes de los evangelios y han optado por convertir también en personajes cercanos, antes terrenales que divinos, a los protagonistas de la Biblia. Eso sí, los hábitos no cambian y la mayoría de estos filmes se estrenan poco antes o durante la Semana Santa. El pasado viernes fue el turno de Pablo, el apóstol de Cristo (2018) y la semana pasada, María Magdalena (2018), dos filmes de vocación realista pero de concepción bien distinta.

En Pablo, el apóstol de Cristo, el personaje de Lucas, que compila las enseñanzas de Pablo en un manuscrito dictado por este en una cárcel romana, está interpretado por Jim Caviezel, el Jesús de La Pasión de Cristo (2004). El realismo obsesivo de Mel Gibson, director de esa atávica versión, le llevó a servir los diálogos en arameo y a convertir la secuencia de los latigazos en uno de los momentos más violentos de la historia del cine. Pablo, también llamado Saulo, severo y distante en este filme, fuerte como un roble a pesar de la edad y los castigos que padece en la cárcel, es mostrado como un asesino reciclado en apóstol. El director de la película, Andrew Hyatt, ya había realizado en 2015 Llena de gracia, un acercamiento a los últimos días de María, la madre de Jesús. Ambas cintas están financiadas por la productora Outside Da Box. La Iglesia y la religión han entendido las posibilidades del cine para propagar sus discursos.

María Magdalena, en la que Rooney Mara da vida a la prostituta del título y Joaquin Phoenix a otro Jesucristo tan altivo como perdido, es otra cosa. La película de Garth Davis tiene la particularidad de introducir elementos de corte feminista en la andadura de María Magdalena, convertida en la acólita más decidida e inteligente del Mesías en su camino hacia Jerusalén. De poética más fantástica que teológica, fue presentada en el Festival de Sitges.

Pero de todas las películas religiosas del Hollywood clásico como Rey de Reyes, Exodo, Noé, Ben-Hur, Sodoma y Gomorra, La Biblia o Barrabás e incluso éxitos posteriores como el musical Jesucristo Superstar, el título más influyente no procedía de Hollywood: en El evangelio según San Mateo (1964), Pier Paolo Pasolini ofreció una visión marxista de la vida de Cristo; es la película que Scorsese vio más veces mientras preparaba la suya.