TULSA

ÁLBUM: 'Centauros'.

LUGAR Y DÍA: Sala Hangar, viernes 9.

Desde sus últimas composiciones, Miren Iza ha asegurado haber querido huir progresivamente de la «languidez» de sus primeros trabajos y, sobre todo, de la etiqueta de cantautora. Ahora la cantante regresa al panorama con una banda consolidada -Tulsa es ya menos Miren y mucho más Tulsa- y un disco que lo mismo atrae que desconcierta a quienes se acercan a su música por primera vez.

¿Qué son los centauros? En principio, seres robustos, luchadores e indómitos. Cuando se ilumina el escenario y aparece Miren, su grácil figura recuerda más a una gacela. Luego empiezan los sonidos progresivos de teclados y batería y, poco a poco, Alfredo Niharra (guitarra y coros), Javier Carrasco (teclados), Alex Moreno (batería) Charlie Bautista (teclados) y José Mora (bajo) van elevando a la vocalista a su Atalaya. Miren canta con fuerza y altanería «aquí soy poderosa, aquí soy maravillosa… Que venga Dios a intentar bajarme de aquí». Después llegaron la irónica Venda bendita venda y la nostalgia de Bilbao.

La banda pasó por otros claroscuros del nuevo disco, deteniéndose en La miel que pudo ser y Canción -matices más simpáticos- y en Pequeñas embestidas, la bailable Centauros y el casi soliloquio Amiga, temas mucho más sombríos. Pero también volvieron la vista hacia un pasado mucho más frágil y sentimental con Los amantes del puente, Gambetta, Verano Averno y A mis brazos.

La primera fila recibía todo esto con entusiasmo mientras el resto de la sala, llena a la mitad, ponía atención a las historias de amor, furia, desamor, lujuria, patetismo y existencialismo de andar por casa que contaba esa mezcla de gacela y centauro. Hasta que llegó el broche de oro con Los ilusos, que Miren dedicó con ironía a los presentes, y Oda al amor efímero.

Entonces todo estuvo mucho más claro. Tulsa es grupo, pero seguirá siendo cantautora. Miren es luz, y es oscuridad. La guipuzcoana puede tambalearse en el escenario a lo Lana del Rey para lucir su belleza frágil y al momento alzar fuerte la voz y bailar su furia rockera a lo Patti Smith. Es gacela, pero también centauro. Una parte de amor y otra de barbarie. Como lo somos todos.

Centauros es el culmen de una trayectoria artística que empieza a definirse. Son los claroscuros de nuestro día a día. Es la dualidad de una mujer. El ser mitológico que todos llevamos dentro. Tulsa nos convirtió en centauros.