ORQUESTA DE CÓRDOBA

OBOE: Cristina Gómez Godoy

DIRECTORA: Michelle Mi-Jung Kim

OBRAS: J. Françaix, J. Manén y F. Schubert

Dos obras concertantes para oboe de autores poco frecuentados en los programas de concierto y una sinfonía de juventud constituyeron el marco para la presentación de la coreana Mi-Jung con la orquesta de Córdoba. La ganadora del quinto Concurso de dirección de la Orquesta de Córdoba tuvo que contar, por una parte, con un arranque de concierto incierto por desconocido para la mayoría y, por otra, con una colaboradora de primer nivel al oboe solista. El resultado fue excepcional: la dirección, tanto en El reloj floral de Jean Françaix como en el Concierto para oboe de Joan Manén fue mesurada y equilibrada, consiguiendo una transparencia en el sonido de la orquesta con la que dibujó un rico paisaje en el que el oboe solista destacaba en primer plano de forma natural. En ambas obras, la dirección no renunció a la expresión, sino que mantuvo una alta exigencia en la interpretación matizándola frente al instrumento solista con un sabio manejo de la articulación, las dinámicas y el ritmo, separando casi físicamente orquesta y oboe en su diálogo.

Este tratamiento tuvo que ser modulado en cada obra, ajustándolo al sentido particular de cada una -más ligera y sensual la de Françaix, más tensa y ensimismada la de Manén- de forma paralela a la interpretación de Gómez, un dechado de técnica, expresión, musicalidad y saber hacer. El contundente y riquísimo fraseo de la linarense mantuvo en vilo de principio a fin a los asistentes, que reconocieron su excepcional interpretación con la suficiente insistencia como para que la solista, junto a Pau Rodríguez (oboe solista), ofreciesen a dúo y como propina Der Hölle Rache, aria de furore de la Reina de la Noche en la Flauta Mágica, deliciosa en su interpretación.

Y volvió a su batuta Mi-Jung para dirigir la Sinfonía nº3, en Re mayor, D. 200 de Schubert, dispuesta a mantener el excelente nivel de la primera parte, armando una tercera casi táctil, juvenil y despreocupada, vivo reflejo de un compositor de dieciocho años lleno de vida y expectativas. Decidida en el fraseo, articulando exquisitamente cada transición, cada modulación, llenando de música y sentido cada compás, solemne en la introducción, efervescente en los crescendos, rítmica y jovial, la sinfonía acabó con un atarantelado y cautivador Presto vivace. Bárbara. ¡Que alguien la tiente seriamente con nuestra orquesta, por favor!