El escritor y premio Cervantes Eduardo Mendoza, a no ve razones para la independencia de Cataluña pero contempla un «panorama sombrío» por el enfrentamiento entre sus partidarios y quienes no son independentistas, un conflicto al que «no se le ve salida», según expone en un ensayo que llegó ayer a las librerías. Mendoza vierte en esta breve obra, que lleva por título Qué está pasando en Cataluña (Seix Barral) sus reflexiones «para cuestionarnos nuestras ideas, en lugar de encogernos de hombros ante el prejuicio, la negligencia y la incomprensión», aunque, como dice en el epílogo, «quizá ya es tarde». El escritor describe el actual panorama como «sombrío», sin salida, entre otras cosas, porque «se ha llegado muy lejos sin saber cómo ni para qué» y se pregunta si lo sucedido responde a «un plan rigurosamente concebido (...) o a una alocada improvisación, o a una combinación de lo uno y lo otro».

El escritor piensa que «no hay razón práctica» que justifique el deseo de independencia de Cataluña, pues no ve a España, «pese a todo, como un mal país» y, aunque podría ser mejor, añade, duda de que «Cataluña, librada a sus fuerzas, se convirtiera en el paraíso que anuncian los partidarios de la nueva república».

Admite que «el independentismo es un movimiento real, que ha calado en amplios sectores de la población» después de que durante muchos años fuera cosa de «individuos aislados que pertenecían a la clase media o alta, tenían un grado considerable de educación» y esgrimían «argumentos históricos, casi nunca financieros».

Aquellos independentistas de primera hornada, continúa Mendoza, adoptaban una postura que tenía «mucho de romántica y algo de mística», y su rechazo era exclusivo hacia los españoles, aunque convivían amigablemente con los que pensaban de otro modo y, «si discutían, lo hacían sin exaltación». Ese prototipo, precisa, fue evolucionando hacia posiciones «posibilistas» tras afianzarse la Transición y «desaparecidos del horizonte los temores a un golpe de Estado».

En paralelo a las colaboraciones con la gobernabilidad con sucesivos ejecutivos españoles, las instituciones catalanas se fueron fortaleciendo, estima Mendoza, como «entes separados» y los medios de difusión dependientes de la Generalitat, evolucionaron «desde posiciones neutras hasta convertirse poco menos que en órganos de difusión soberanista». El escritor de Sin noticias de Gurb identifica el movimiento independentista como el «cauce ideal para el descontento de la población y sobre todo de los jóvenes, especialmente castigados por la crisis y desengañados de cualquier proyecto político español».