Hace años leí, con la intención de buscar algo que guionizar, un libro de Javier Cercas donde se agrupaban unos cuantos relatos, y me quedé fascinado por uno de ellos que daría lugar a un buen filme corto de suspense. Sin embargo, el que daba título al ejemplar, El móvil, no lo encontré demasiado cinematográfico. Aunque, ya se sabe, cualquier texto literario es factible de convertirse en un buen guión y una buena película. Sólo depende de la excelencia del guionista y el realizador que acometa la empresa.

Como es el caso que hoy nos ocupa, ya que estamos ante uno de los mejores directores de nuestra cinematografía, pues cuando Manuel Martín Cuenca le echa el ojo a un relato es capaz de convertirlo en una excelente película, como ya ocurriera con La flaqueza del bolchevique (2003), basada en la obra de Lorenzo Silva, o en Caníbal (2013), adaptación de la literatura de Humberto Arenal. Ahora lo vuelve a hacer con El autor, refrendado en el festival de Toronto con el premio Fipresci, nos lleva a una historia sobre un obsesivo empleado de notaría, que encarna a las mil maravillas Javier Gutiérrez, empeñado en ser escritor, aconsejado por un profesor de escritura creativa y frustrado por el éxito de su mujer (recién elevada a los altares gracias a un best-seller escrito sin vocación alguna), después de una serie de sucesos que le empujan a la separación y la pérdida del trabajo, se lanzará hacia la construcción de un texto literario, aislado en un nuevo piso vacío (como él mismo) y, a partir de lo que escucha a sus nuevos vecinos, intentará manipular la realidad para llegar al fin de su obra. Y así, poco a poco, acabaremos encontrándonos con un filme noir, cuando creíamos que todo esto iba de la escritura y sus circunstancias. Por tanto, lección de adaptación (Martín Cuenca saca petróleo del relato de Cercas), de realización (todo está contado con precisión) y de interpretación.