OBRA: ‘Sueños’.

AUTOR: José Luis Collado, a partir de la obra de Quevedo.

INTÉRPRETES: Juan Echanove, Beatriz Argüello, Ángel Burgos, Críspulo Cabezas, Markos Marín, Antonia Paso, Marta Ribera, Chema Ruiz, Eugenio Villota y Abel Vitón.

DIR. Y DRAMATURGIA: Gerardo Vera.

LUGAR: Gran Teatro. Viernes, 3.

Muy buena entrada en el Gran Teatro, en un gris y lluvioso viernes, para asistir a esta puesta en escena de Gerardo Vera sobre la versión que José Luis Collado hace de los Sueños y discursos con los que Francisco de Quevedo atacó con furia lo que se vivía en el siglo XVII, el tiempo convulso de los Austrias.

Tanto Collado como Vera se enfrentan al difícil reto de convertir el extenso texto de Quevedo en una pieza teatral sin que esta pierda un ápice del retrato de la decadencia y ruina moral que muestra sobre los «abusos, vicios y engaños, en todos los oficios y estados».

Sueños presenta a un Quevedo enfermo, recluido en una clínica, que se enfrenta a sus recuerdos junto a su ideal amoroso (Aminta) y sueña con los fantasmas y obsesiones de toda su vida. Mezcla sus maravillosos versos con la crónica social, personal y vital de ese personaje al que da vida, de forma magistral, Juan Echanove, con una dicción clara, vigorosa e intensa que juega en continuos saltos en el tiempo ayudado por la iluminación exacta y una escenografía que crea las distintas atmósferas en que se desenvuelve la trama, a partir de pantallas y paneles que suben y bajan del peine. Es un espectáculo muy cuidado con una fuerte belleza visual, un tanto sobrecargado (no en vano estamos en el barroco). Perfectos cuadros plásticos en el infierno blanco en el que sitúa a los seres simbólicos que son sus fantasmas. Echanove pasa de la decrepitud del inicio de la obra a una fuerte vitalidad en sus sueños, donde se enfrentará al Cardenal y a la Inquisición, al Diablo, al Mundo y a la Carne, a la Muerte, a figuras como Doña Fábula, Villena, el duque de Osuna, a la Envidia, a la Principessa, o al Dinero. A continuación cae de nuevo en la apatía en que le tiene sumido su afección física, hasta el momento de su muerte.

Realmente la obra está pensada para el personaje central de Quevedo, pero junto a un genial Echanove encontramos unos magníficos actores que hacen gala de dominar la dicción del texto y el gesto. Grande la Muerte de Marta Rivera cargada de ritmo y sensualidad, no menos el doble papel de Ángel Burgos como Diablo y Cardenal dando a cada uno el matiz que requiere, muy medida la réplica del verso de Beatriz Argüello a los que inicia Quevedo recordando su poesía amorosa, la Principessa de Abel Vitón... En fin, un elenco de lujo para una obra que no deja a nadie descontento. Si acaso, decir que parecen excesivas las proyecciones, que no aportan casi nada a la función y pueden distraer al espectador.