Me llamo Suleiman es una historia desgarrada, de desarraigo, de la búsqueda de una vida. Toma el nombre propio de un chaval nacido en Mali que huye de la pobreza pero lo que en ella se narra no queda en ese joven; es el problema de miles de personas que deben convertirse en inmigrantes. El texto de Antonio Lozano es claro, diáfano. No es para menos ya que este profesor grancanario tuvo como alumno a este personaje y fruto de ello quiso plasmar las vivencias de quienes intentan abandonar la miseria en otros países.

Una espléndida Marta Viera presta su cuerpo y su melodiosa voz canaria interpretando a Isabel, una compañera de colegio de Suleiman, a partir de que éste llegue a la costa en un cayuco. Ella contará todas las vivencias del personaje en ese viaje tremendo que supone esta ficción basada en una realidad sobrecogedora a veces. Ella está sola en el escenario pero su cuerpo juega, se enreda, se funde con la magnífica animación audiovisual de Juan Carlos Cruz.

Relato dirigido con solvencia por Mario Vega que presenta dos caras de una misma historia: la de la realidad física de las penalidades de atravesar 6.000 kilómetros sin ayuda alguna, que en muchos casos termina con la muerte. La otra cara es la respuesta que en muchas ocasiones está llena de prejuicios de quien recibe a los inmigrantes, que lleva a rechazarles en muchos sectores de la sociedad española, de tal forma que muchos jóvenes llegan a decir cosas terribles sobre ellos, convencidos de que el inmigrante que llega exhausto en patera viene a quitarles lo suyo. Lozano ofrece esta Me llamo Suleiman como punto de partida para una reflexión por parte de estos niños y jóvenes.