50 años después de su estreno en Broadway, hemos podido ser testigos en Córdoba de la excelente versión que el director Jaime Azpilicueta hace del musical Cabaret. Bajo este título, se abren las puertas del Kit Kat Klub para mostrar una serie de historias que se entrelazan y reflejan lo que en el fondo es una tragedia, y todo ello adornado por la música y las letras de unas canciones más que conocidas en un espectáculo de lujo, vivo y alegre, con pinceladas de desdicha y adversidad en algunos de sus personajes.

Magnífica la interpretación de ese maestro de ceremonias sobre el que gira toda la obra: un Emcee que es a la vez sensual y canalla, con una chispa que hace que el ritmo no decaiga en ningún momento, con una desfachatez muy medida que hace que el público entre a participar. Cristina Castaño hace una Sally Bowles viva y juega en su interpretación con toda una serie de contrastes que muestran un personaje con esa mezcla perfecta de frivolidad, ironía, amor y una búsqueda de querer vivir mejor con fingida felicidad. Junto a estos dos personajes, es magnífica la interpretación de todos los actores y actrices: entrañable la de Víctor Díaz como el judío Ernst, al lado de Amparo Saizar como Schneider y un convincente Enrique del Portal en el papel del nazi Schultz. Magníficas todas las voces, con una Cristina a la que no conocía esta faceta en la que está espléndida.

La orquesta en directo suena magníficamente, poniendo el contrapunto musical a esta crónica o retrato de una sociedad en un momento puntual de la vieja Europa, en la que la Historia juega su papel mostrando las facetas de la Gran Depresión en Estados Unidos, la llegada del nazismo de Hitler, del problema judío y de cómo alrededor del Kit Kat Klub se teje toda la maraña de fingida felicidad, la misma que arrastra a Sally al final.

En definitiva, un gran montaje, con una dirección magnífica y un elenco que brilla con luz propia con una excelente interpretación, tanto actoral como musical. No se debería perder la oportunidad de disfrutar de esta puesta en escena del musical de Broadway, que no desmerece para nada en una comparación con la película, solo el formato, que, en este caso, aporta una gran espectacularidad.