La increíble guitarra de Vicente Amigo llegó al delirio en una noche para el recuerdo con la puesta escénica de Poeta, que ya en 1992 bajo la dirección del genial Leo Brouwer y la Orquesta de Cuba, marcaría un antes y un después en la trayectoria de este músico del siglo XXI, nacido en Guadalcanal (Sevilla), pero curtido sentimental y musicalmente en esta Córdoba que lo considera como uno de sus más preciados patrimonios.

La natural expectación que evoca su nombre se hizo notar en un teatro lleno con gran presencia de muchos jóvenes que lo consideran como insustituible icono musical de este tiempo. No es frecuente contemplar ese enardecimiento en la exposición concertista de otros grandes de las seis cuerdas, si exceptuamos al genio algecireño, desgraciadamente desaparecido. Pero es que Vicente Amigo se basta con su sola presencia escénica para levantar oleadas de entusiasmo porque compendia todo lo que un músico desea tener y más si está tocado por la alada gracia del flamenco. Es su caso en máximo grado, ya que todo lo expone partiendo de esa premisa con su sonido propio que igual destila dulzura, contundencia, rabia, contención y una impresionante capacidad compositiva como la que fluye en Poeta, inspirada en la obra de Rafael Alberti, que quedó obnubilado cuando su presencia se hizo patente en su estreno en el mismo escenario. En esta inolvidable noche del pasado miércoles, nuestra cualificada Orquesta de Córdoba estuvo conducida por Joan Albert Amargós. Creemos que el entendimiento de este acreditado director con Vicente Amigo, basado en experiencias anteriores, sería determinante para que asumiera este reto. El elenco compuesto por la segunda guitarra de Añil Fernández, el cajón de Paquito González y la voz flamenquísima de este gran cantaor que es Rafael de Utrera, tuvo también en los recitativos de Emilio Gutiérrez Caba un atractivo añadido, que imprimió a los versos albertinianos todo el torrente de emoción que exigía esta obra.