Descubrimos a Olga Kurylenko como chica Bond en Quantum of Solace. Una espectacular mujer de piernas kilométricas, belleza perturbadora y rotunda potencia expresiva de procedencia ucraniana que, después de haber sido una cotizada modelo, decidió abandonar las pasarelas para intentar probar suerte dentro del mundo de la interpretación. Y el cambio no le ha ido nada mal. Hasta el momento, ha trabajado con Tom Cruise en Oblivion, con Russell Crowe en El maestro del agua, y a las órdenes de Terence Malick en To the wonder.

El año pasado la pudimos ver en Un día perfecto, de Fernando León de Aranoa, y ahora demuestra su talento como actriz dramática en La correspondencia, la última película del afamado director italiano Giuseppe Tornatore. En ella, Olga Kurylenko interpreta a una mujer que sigue recibiendo los mensajes de su amante fallecido (interpretado por Jeremy Irons), que intenta mantener el espíritu de su relación afectiva aunque sea más allá de la vida y la muerte. Su próximo reto, participar en el proyecto maldito de Terry Gilliam, The man who killed Don Quixote.

-¿Qué fue lo que más le interesó del personaje de Amy?

-Se han hecho muchas historias de amor y pérdida. Pero creo que nunca se había contado de una manera tan especial como en este caso. La película aborda el sentimiento de vacío desde una perspectiva única, intentándo rellenarlo con una presencia virtual que ya no existe. Me gustaba mucho esta idea, me parecía muy misteriosa y a la vez inquietante. Mi personaje, además, tenía muchos matices, tenía que lidiar con la culpa a la vez que se había refugiado en una historia de amor que la llenaba por completo, a pesar de no ser perfecta.

-¿Cree usted en el amor eterno como plantea la película?

-Yo creo en el amor como algo tangible y real. Lo que no tengo tan claro es que ese sentimiento sea para toda la vida. Algunas personas lo consiguen. Sin embargo, cada vez es más raro, las relaciones han terminado por no tener el mismo valor de compromiso. En cualquier caso, cada uno tiene su propia concepción del amor... es algo extremadamente personal y subjetivo.

-Si la película se hubiera desarrollado en una época pretérita, la correspondencia entre los dos amantes hubiera sido únicamente epistolar.

-Claro, antes se tenían las cartas, pero ahora también están las imágenes. Es un medio muy potente porque puedes interactuar a través de ellas. Las imágenes lo cambian completamente todo. Sobre todo, en el plano emocional. Las nuevas tecnologías han permitido que las personas estén más cerca entre sí aunque haya distancia de por medio. Eso no quiere decir que no esté exenta de peligros, que las relaciones no puedan llegar a distorsionarse por sustituir la vida real por la virtual. En la película, la presencia de los vídeos que manda el personaje de Jeremy Irons tienen mucha fuerza, provocan un impacto incluso mayor por su fisicidad.

-Es una película que plantea bastantes retos interpretativos. Uno de ellos es no poder coincidir con su partenaire en prácticamente ningún plano.

-Con Jeremy Irons coincido solamente en la escena de apertura. Él grabó los vídeos antes de que yo me metiera en el personaje, así que mi interpretación debía basarse en la reacción que siento al verlos. Fue un trabajo muy intuitivo pero al mismo tiempo muy sensitivo y fresco en lo que se refiere a la inmediatez de la respuesta frente a las imágenes que me servían de guía.

-Habla usted un poco de español. ¿Cuál es su relación con el idioma y con nuestro país?

-Es que soy muy curiosa, y cuando viajo intento empaparme mucho de la cultura del lugar y comunicarme con sus gentes. He estado en Andalucía, Argentina, Chile... y creo que el español es uno de los idiomas más bonitos del mundo. Me gustaría hablarlo perfectamente para poder trabajar aquí. Mi experiencia con León de Aranoa y todo el equipo, por ejemplo, fue maravillosa.

-¿Le molesta que la sigan reconociendo únicamente por su papel de chica Bond?

-Yo creo que poco a poco se va pasando. Lo que no entiendo es que me sigan encasillando en un tipo de papel que no he vuelto a hacer. He intentado hacer interpretaciones muy variadas. Pero forma parte de mi historia, no me voy a quejar, porque fue una suerte para mí. Yo sigo trabajando, evolucionando y aprendiendo con cada trabajo. No es cuestión de carisma, sino de esfuerzo. Es lo único que te pertenece y que está en tus manos.