Contiene palabras, va de mano en mano y promociona a jóvenes autores cordobeses. Es La Bolsa Amarilla , una acción literaria desarrollada por un grupo de jóvenes cordobeses que ha llenado de prosa y poesía los más reconocibles rincones de Córdoba con vocación de continuidad. Arboles, puertas, bicicletas, mesas... cualquier superficie es buena para dejar uno de estos "pildorazos" de creatividad, diseñados en un color "llamativo", y que contienen microrelatos, poemas y juegos metaliterarios, a cargo de siete autores noveles de la ciudad.

"Estrellas y limones. La tormenta que alumbra el verano. Los gitanos leyendo las líneas. La ciudad que queda al sur. La luz retenida en las costuras. Espérame abajo, que la música está limpiando la casa", recita una joven lectora, a la que su curiosidad la ha llevado a descubrir los versos de la autora Carmen Soriano en pleno centro de Córdoba. La Bolsa Amarilla surge de una iniciativa anterior, puesta en marcha desde Galería de Cuentos, en la que intentaban difundir el relato y que no fructificó por un "problemilla", según explica José Carlos Casado.

Casado y otros de sus compañeros llevan tres semanas repartiendo bolsas por las calles de Córdoba, y ya son más de un millar los ejemplares que han ido pasando de mano en mano de turistas y habitantes de la ciudad. Los autores escogidos participan en un taller desarrollado por otro colectivo cordobés, El Arsenal, que en colaboración con Galería de Cuentos diseñaron esta iniciativa con el objetivo de "romper con los trámites establecidos por intermediarios y llegar de manera directa a los lectores".

"Buscábamos un formato que fuera fácil de transportar, y fue Antonio Blázquez, diseñador de El Arsenal, el que ideó este recipiente, perfecto para transportar textos, y de un color que es muy llamativo", señala Casado, que ha participado ya en cinco repartos. La primera impresión sobre la iniciativa es que la gente lo está disfrutando, y según indica, se acercan, los felicitan y les dicen que es una acción "muy buena". Casado especifica que la bolsa se justifica mediante su movilidad. Sus lectores pueden llevársela, dejarla en el mismo lugar o en otros espacios, e incluso volver a encontrarla.