Intérpretes: Fito & Fitipaldis

Lugar: Teatro de La Axerquía

Día: Sábado, 13 de julio

La sombra de Fito ha planeado durante todo el Festival de la Guitarra. Su imagen sombreada formaba parte del insípido cartel gráfico de esta edición, en el que se le reconocía por su eterna gorra de paño. Una manera más de decirle al vasco que es el superhéroe del rock patrio. Uno de los pocos capaces de navegar viento en popa a toda vela sobre aguas turbulentas y empatizar con padres, madres, hijos y hasta con el espíritu santo si se pone. Por mucho que las musas anden pasando del rockero en los últimos tiempos.

Fito lleva cuatro años sin abrir la caja de las canciones nuevas. El mismo reconoce su sequía total. Pero ¿para qué deprimirse cuando uno puede entretenerse con una gira cercana al público sacando de la gorra lo mejor de su repertorio? A lo mejor las musas lo pillan mientras chupa carretera o le da a un chupito en un camerino junto al Guadalquivir, vete tú a saber. Tal distracción le está haciendo colgar de nuevo el cartel de "todo vendido", también en Córdoba donde, si la memoria no me traiciona, era la primera vez que tocaba en un recinto al aire libre. Y la Axerquía le sentaba como un guante.

A priori, la cosa pintaba tranquila con todo el mundo sentado en sillas y gradas. A posteriori, el show acabó boca abajo porque a su forma de enlazar swing , country , blues y rockabilly con todo el mundo coreando sus letras no se le resiste ni el vecino cementerio de la Salud. El rockero bilbaíno se ha embarcado en esta gira para sentir a la gente en los teatros desarrollando esa empatía pura que lo define. Fito y tú. Por eso disparó con bala de fuego: Por la boca vive el pez , con un primer tramo en versión unplugged y un saxo que hizo explotar su megahit . Después vinieron, uno detrás de otro, todos los grandes éxitos del la banda con nuevos aires en alguna de sus canciones.

Y aquí entran en acción los Fitipaldi. Magníficos músicos con momentos estelares durante el show : Guitarras que parecían de Dire Straits, matices de mandolina, buzuki, clarinete y contrabajo que dieron mucho colorido, un acordeón que trajo mares irlandeses o los aires vaqueros de la steel guitar , la que se toca en horizontal. Daniel Griffin, el estupendo percusionista, tuvo su momentazo como Cucharitas convirtiendo dos cubiertos de madera en instrumentos de percusión, el otro fue el del paseíto de Joserra Semperena con su acordeón por el graderío en medio de la locura colectiva. De hecho, el humilde Fito no dudó en regalar aplausos a los miembros de su banda. Lástima que tanta riqueza sonora e interpretativa y tanto buen hacer sirva para tan escasa diversidad en las canciones. Tras una hora escuchando a Fito, los temas se repiten tanto como unas buenas patatas bravas, sabrosas, sí, pero demasiado reiterativas.

Algo que no le ocurría a este músico en su banda de los 90, Platero y tú, aquella de los excesos y nacida para perdurar. Pero como nada es como uno planea, finalmente la que le ha dado la gloria es esta otra, creada como divertimento de bar y con la que llena estadios y despacha millones de discos. Lo que es la vida. Le deseamos suerte con esas musas que, inspiradas o no, lo seguirán situando en el olimpo del fitipaldismo del rock español.