Tras una larga etapa de intensa actividad periodística, en la que, entre otros medios, dirigió el Diario CORDOBA y la Agencia EFE, Alfonso S. Palomares (Calvos de Randín, Orense, 1935) se ha dedicado con entusiasmo a la creación literaria. Mañana presenta en el Palacio de Viana (20.00 horas) su nueva novela, El Evangelio de Venus (Edhasa), en la que recrea los años más oscuros de la Iglesia Católica (891-932), cuando tres mujeres hacían y deshacían a su antojo en la sede vaticana quitando, poniendo o seduciendo papas. Una historia mágica que lo ha perseguido durante cuarenta años hasta que por fin la ha escrito. Presenta el libro el director de este diario, Francisco Luis Córdoba.

-Está usted en deuda con la Iglesia. Publica una novela sobre sus años más turbulentos y dimite Benedicto XVI, desatando todo tipo de especulaciones y despertando, de paso, el interés por libros como el suyo, 'El Evangelio de Venus'.

-A veces la casualidad es providencial y, como la Iglesia siempre habla de la Providencia y del Espíritu Santo, a lo mejor también a mí me inspiró para escribirla en el momento oportuno, en el momento en el que hay tantas turbulencias en la Iglesia de Pedro, porque llevaba muchos años pensando en esta novela.

-Ciertamente los problemas actuales --blanqueo de dinero, encubrimiento de abusos sexuales y guerras internas-- son un juego comparados con los hechos de finales del siglo IX y principios del X que usted describe.

-Sí, la verdad es que las épocas son muy distintas. El siglo X es el siglo oscuro por excelencia de la Iglesia. A sus papas se les llamaba los papas de hierro. Ahora es diferente y los problemas son diferentes. Solo hay análogo, posiblemente, la lucha por el poder, que no parece la de este Papa que ha sido elegido, porque este Papa ha blanqueado un poco la imagen de la Iglesia, pero la que nos daban en vísperas del Cónclave y después de la renuncia del Papa Benedicto XVI era un mosaico de intrigas.

-En el caso de su novela, la realidad supera a la más osada de las ficciones. No es normal desenterrar a un Papa, juzgarlo, a los nueve meses de su muerte, con el cuerpo en descomposición, condenarlo y lanzarlo al río, por poner un ejemplo.

-Ese hecho, para mí, individualmente, es el más brutal de la Historia, la escenificación más terrible de la venganza. Después hubo tragedias enormes en la Humanidad, imagínese en el siglo pasado las dos guerras mundiales, pero eso de desenterrar a un Papa, sentarlo vestido de los paramentos pontificales, condenarlo, cortarle los dedos de la mano derecha y entregarlo al pueblo para que lo tire al Tíber, así, en esa individualidad concreta, es posiblemente el hecho más brutal de la Historia.

-Lo más raro, sin embargo, como usted cuenta, es que tres mujeres hicieran y deshicieran a su antojo en la Iglesia de Roma, eligiendo, matando y seduciendo al Papa de turno.

-O nombrando al Papa de turno. En el caso de una de ellas, Teodora, seduce a un joven clérigo, lo hace obispo, arzobispo y después, para tenerlo cerca --era el arzobispo de Rávena--, para gozarlo, lo trajo a Roma y lo hizo Papa. Eran mujeres que gobernaban Roma en una época en la que el machismo lo trituraba todo y el pensamiento definía al hombre como la gloria de Dios y a la mujer como la gloria del hombre. Sin embargo, tres mujeres dominaron absolutamente el pontificado.

-¿Y esto cómo se explica?

-Eran tres mujeres que le echaron arrojo y coraje. Estaban en una buena posición cerca del escenario y ocuparon el escenario. Había siempre una cierta relación con el hombre, pero ellas eran las activas. Lo contrario a Cincuenta sombras de Grey , donde la mujer es sumisa. Aquí estas tres mujeres son insumisas, pero, a pesar de todo, el engranaje masculino hizo que terminaran mal.

-Resulta increíble que actuaran tan impunemente, que no alarmara a nadie la cifra de papas muertos, quince en cuarenta años.

-Era el clima de la época. Se mataba cuando se creaba alrededor del Papa una especie de necesidad de matarle. Ellas dominaban el clima, dominaban absolutamente la opinión pública y, entonces, hacían estos actos impunemente, y además los hacían bien, y en algunos casos de manera ostensible para demostrar su poder.

-Cuenta usted que se ha pasado cuarenta años investigando y reflexionando los hechos, que este es el libro de su vida. ¿Qué le sedujo de la historia para perseguirla durante tanto tiempo?

-Bueno, durante los cuarenta años hice muchas cosas más. Pero este tema siempre fue algo recurrente desde que me contaron la historia del Papa Formoso y el escritor Leonardo Sciascia me dio un libro de Liutprando de Cremona que me abrió la curiosidad. Después, estudiar esa época, leer sobre ella y viajar a los lugares donde sucedió la historia se convirtió para mí en algo mágico, como si estuviera leyendo una novela de García Márquez, porque era tan inverosímil como cualquier historia de García Márquez. Me sedujo tanto la historia que en monasterios, bibliotecas de todo tipo y librerías de viejo acumulé sobre 150 libros de la época.

-¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en 'El Evangelio de Venus'?

-Hay unas bases reales, pero después hubo que crear mucha ficción, articulada sobre el conocimiento y la estructura de la época. Por ejemplo, del juicio sabemos media página, que lo desenterraron, lo juzgaron y lo condenaron. Y después había que crear toda la ficción, crear el ambiente lúgubre, terrible, que debió ser todo aquello. Mi papel ahí fue la creación visual de todo aquello.

-Usted vivió en Córdoba durante su última etapa profesional, ¿la echa de menos?

-Absolutamente. De Córdoba tengo una permanente nostalgia. Córdoba es una de las capitales de mi mapa sentimental.