¿A qué hora estallará la bomba? ¿Traerá cola o mañana se habrá olvidado su onda expansiva? Lo que nadie ponía en duda anoche a la entrada de la gala de los premios Goya era que las chispas se iban a ver saltar. Y en esta edición, con el ambiente recargado por los recortes, las invitaciones a la bronca de unos y el ruego a la discreción de otros, no causaba sorpresa que en la alfombra roja se dedicaran más minutos a hablar de asuntos como el IVA, los sobres y la política que del glamur, los nervios o las quinielas de última hora.

El espectro iba desde la laxante sugerencia de José Coronado de que "hay otros momentos mejores que una gala para protestar" hasta el libertario "que cada uno diga lo que quiera" que sugería Maribel Verdú. Pablo Bergés contenía la respiración augurando: "Seguro que pasa algo".

José Sacristán proponía a su llegada que la noche evitara convertirse en una mascletá y que en su lugar hubiera una única y contundente explosión. "Si todos suben a contar lo mismo, al final el mensaje se va a desvirtuar. He hablado con González-Macho y lo que va a decir va a ser bastante claro", declaraba el actor.

Críticas

No andaba desorientado, pues el discurso del presidente de la Academia fue directo y rotundo como pocos que se recuerden. Tampoco se equivocaban quienes aventuraban una noche de tiros, pues las esquirlas no dejaron de saltar desde que Eva Hache abrió fuego felicitando al ministro Wert "por su próximo cumpleaños, pero no por lo otro" y a continuación afeó a los príncipes que no vayan a los Goya y sí al balonmano, "con el daño que ha hecho el balonmano en esa familia". También tuvo para Amy Martin, "la que les escribe los discursos al PSOE".

Hubo pegatinas reivindicativas sobre las pecheras --como las de no a los recortes que lucieron Raúl Arévalo y Carlos Areces al entregar un premio y evocaciones continuas al difícil momento que atraviesa el país y el cine.

Aunque la que dejó un eco a su paso por la gala fue Candela Peña. Llegó a la alfombra bromeando con la faja que portaba bajo su vestido de David Delfín y jurando estar segura de que este año no se lo llevaba, pero al recoger su cabezón soltó con desparpajo: "En los últimos tres años ha muerto mi padre en un hospital sin mantas y he tenido un hijo que no sé qué educación recibirá. Les pido trabajo, porque tengo un niño que alimentar". Con tanta efervescencia en el ambiente, la noche no estaba para aburrirse.