En los últimos 15 años, el cineasta Paul Thomas Anderson se ha confirmado como una de las voces más poderosas del cine americano. Su nueva película, The master , ofrece un retrato alternativo de los años 50 en Estados Unidos y de la poderosa atracción mutua entre dos hombres, Freddie Quell (Joaquin Phoenix) y Lancaster Dodd (Philipp Seymour Hoffman), inspirado en la biografía de L. Ron Hubbard, fundador de la cienciología.

--En cuanto se supo que usted la estaba rodando, 'The master' fue etiquetada como "la película de la cienciología". ¿Cómo se sintió?

--Vivimos en una época esclava de los rumores. Reconozco que fui un poco ingenuo al no anticipar hasta qué punto el asunto de la cienciología acapararía la atención. Pero ahora el público se da cuenta de que la película es otra cosa.

--Pero usted creó a Lancaster Dodd basándose en L. Ron Hubbard, ¿no es así?

--Sí, es verdad. Como Hubbard, Dodd adora los barcos y las motocicletas, tiene una esposa llamada Mary Sue y cierta paranoia acerca de la medicina oficial. La respuesta que provoca de sus seguidores es también semejante. Y ambos surgieron después de la segunda guerra mundial, y lograron atraer la atención de almas perdidas y heridas.

--¿Qué aprendió acerca de la cienciología durante su investigación para rodar la película?

--Supongo que solía estar lleno de prejuicios y era demasiado desdeñoso, es algo que le sucede a mucha gente con la cienciología. Cuanto más aprendí de ella, más me interesó.

--¿Qué opinión tiene de la creencia de la cienciología en los viajes en el tiempo?

--Creo que tiene que ver con el tiempo en el que nació. La sociedad americana era tremendamente optimista, pero a la vez la guerra acababa de dejar una terrible cantidad de cadáveres tras de sí. Supongo que ese conflicto llevó a la gente a querer hablar de vidas pasadas, de adónde vamos al morir, y de ese tipo de ideas que The master plantea.

--¿Y qué historia ha intentado usted contar?

--Se trata de la historia de amor entre un mentor y un hombre urgentemente necesitado de él. Son dos hombres de egos y voluntades inmensos, que parecen ser polos opuestos pero que sin embargo quizá son más bien sombras el uno del otro.

--Rodó The master en 65 mm., formato cinematográfico usado para grandes epopeyas en los 60 y los 70. ¿Por qué?

--Pensé que sería divertido darle un uso para el que no fue concebido, recurrir a él para relatar un drama íntimo.

--¿Es por eso que su enfoque visual de la historia es simple y clásico? ¿Por el hecho de que no podía mover la cámara?

--Exacto. Si tratas de ponerte esa cosa en el hombro, más te vale conocer a un buen quiropráctico. Además, cada historia exige su propio estilo visual. Boogie nights (1997) era una película que pedía movimientos de cámara, y planos--secuencia, y pantallas partidas, porque la historia necesitaba esa clase de energía. Al mismo tiempo, era muy joven cuando la hice, y sentía la necesidad de hacer saber a la gente todo lo que era capaz de hacer.

--¿En qué otros aspectos ha cambiado su forma de hacer cine?

--Cuando comencé tenía solo 23 años, y estaba tan paranoico de que mi equipo me desenmascarara que trataba de controlarlo todo desesperadamente. Durante mucho tiempo me he sentido un impostor, y eso me impedía disfrutar realmente de las cosas. Con el paso del tiempo, me he relajado.

--Los recorridos espirituales y las relaciones paternofiliales tormentosas son asuntos de los que usted habla constantemente en sus películas. ¿Podría explicar por qué?

--No, no puedo. Es decir, mi relación con mi padre no fue nada traumática, y mi educación católica tampoco. Cada vez que empiezo una película me esfuerzo por hacer algo que no parezca hecho por mí, pero entonces el reloj empieza a hacer tic--tac y tengo que empezar a escribir, y acabo hablando de lo mismo una y otra vez.