Artistas: Tomatito; Estrella Morente; Pepe de Lucía y La Susi.

Día: sábado, 16 de junio.

La Noche Blanca del Flamenco congregó un año más a muchos cordobeses, si bien pudimos percibir una cierta disminución. No importa, esto será siempre una hermosa excusa para lanzarse a las calles de una ciudad que nos obsequia con una invitación a la alegría, aunque sea como fugaz terapia para olvidar los problemas que nos asolan.

Una plaza de las Tendillas llena, que esperaba la presencia de Tomatito, sería la primera parada de nuestro deambular flamenco que inexcusablemente tendría su continuidad en el Teatro de la Axerquía y terminaría en la Plaza del Triunfo.

Tomatito ofreció un concierto que nos sorprendió por una serie de razones en las que su gran riqueza musical, su frenético sentido del ritmo, su conocimiento del diapasón, su creatividad y ese río de leones que es su alzapúa rozando lo inverosímil y favorecido por un rasgueado electrizante hizo diluir en más de una ocasión el rumor de las conversaciones que indefectiblemente rodea a este tipo de actos al aire libre.

Un concierto no excesivo donde el guitarrista lo mismo fue capaz de brindarnos una nunca desatendida ortodoxia, transfiriéndonos a la etapa de cuando acompañaba al genio de la Isla, que igual evitó normas establecidas sin diluir el más riguroso mensaje flamenco. La taranta inicial a la que siguió sus alegrías en Re, la soleá, y sobre todo las bulerías, fueron algunas de las piezas donde se sustentan los argumentos de nuestras observaciones en cuanto a la apreciación de su toque enjundioso y rítmico que no le hace remilgos a las nuevas armonizaciones que plantea su búsqueda incesante de nuevos horizontes.

Y el Teatro de la Axerquía, casi lleno a pesar del peaje a desembolsar, acogió la sin par figura de Estrella Morente. No nos atrevemos a afirmar cuál puede ser el rasgo más definitorio que la ha proyectado a su privilegiada posición, ya que aúna de forma muy clara muchos de los perfiles necesarios para ello. En este recordado concierto brillaron todos de forma muy especial. Su presencia, que inauguró cantando por tonás guarnecida por la guardia pretoriana de sus extraordinarios cantaores y guitarristas, fue el silencioso homenaje a su padre, el gran Enrique Morente, que iniciaba de esta manera sus recordadas actuaciones. No dejó de sorprendernos a lo largo del concierto, en el que atisbamos una depurada madurez teñida de una cierta melancolía motivada con toda seguridad por la ausencia de quien fue todo para ella, aunque sin embargo, y de forma repentina, la serenidad de su expresión se tornaba en impetuoso huracán cuando era poseída por su genio fiero y dulce a la vez, especialmente perceptible en los cantes donde el ritmo tiene su aposento, en algunos sutiles pasajes de los libres, en la sutileza de las sevillanas dedicadas a Lola Flores, en la exacerbación de las bulerías con un recuerdo a Córdoba y en ese homenaje a la copla con mención a su tierra granadina a la que antecedió su personal versión en compás de bulerías de la canción Madrina , que de forma desinhibida y resuelta cantó. El público, entre sorprendido y expectante, le tributó un sentido y largo aplauso, a todas luces elocuente de lo que esta saga familiar supone para la afición de Córdoba.

SABOR Y PODERIO Y ya en plena madrugada, y con el atractivo de escuchar a uno de los primeros mentores de Camarón, nos encaminamos a la Plaza del Triunfo. Pepe de Lucía no podía faltar a esta cita aunque fuera para representar a su familia que tan determinante fue en la carrera de Camarón. Al igual que la Susi, nos gratificó con el regalo de su cante que todavía conserva el sabor y el poderío de sus mejores momentos cuando formaba parte de la cuadrilla de su hermano Paco. A todo le imprimió ese ímpetu que tantas veces hemos admirado y que inexplicablemente no ha proyectado una exitosa carrera en solitario seguramente condicionada por la gigantesca figura del ídolo. La Susi, otra camaronera recalcitrante, conserva todavía su chorro de voz desgarrada y, aunque las condiciones auditivas no eran las más apropiadas, pudimos percibir el regusto ensolerado de una voz flamenca lejos de cualquier mistificación.

Muy tarde nos fuimos a descansar rumiando la duda de si la repercusión de este evento ha obtenido respuesta positiva fuera de nuestros límites geográficos. Si no es así, habrá que replantearse un nuevo formato que contribuya a la irradiación de Córdoba valiéndose de este inigualable vehículo difusor que es el arte flamenco.