Si el festival de Cannes es el Olimpo cinematográfico, entonces Michael Haneke es, desde anoche, su nuevo Zeus. El triunfo obtenido en el certamen francés por su nueva película, Amour , lo incorpora a ese selecto grupo de cineastas (solo siete miembros, entre ellos Coppola, Kusturica y los Dardenne) que cuentan en su haber con dos Palmas de Oro. Pero no solo eso. Haneke es solo el segundo director en toda la historia que obtiene tan mayúsculo premio con dos películas consecutivas, después de Bille August.

Era de esperar que así acabara sucediendo, porque Amour fue favorita para alzarse con el triunfo desde que se proyectó durante los primeros días del certamen, y con motivo: se trata de una meditación terrorífica y devastadora sobre la vejez, la enfermedad y la muerte, y sobre el significado del amor incondicional. Es, además, la película más completa de un director que hasta ahora había diseccionado con precisión quirúrgica los pliegues más oscuros de la condición humana, pero nunca antes lo había hecho con tanta compasión y tanto humanismo. Nanni Moretti y el resto de jueces mostraron gran valentía al ignorar el hecho de que han pasado solo tres años desde que Haneke obtuvo su primera Palma de Oro gracias a La cinta blanca .

Sin embargo, mucho más discutibles son el resto de sus decisiones, sobre todo la de otorgar a Reality el Gran Premio Especial del Jurado, segundo galardón en importancia. Primero, porque la película de Matteo Garrone comete el peor pecado que una sátira sobre la obsesión moderna por la fama puede cometer: es inofensiva. Segundo, porque significó privar del galardón a la que más lo merecía: Holy Motors , de Leos Carax, la obra más revolucionaria de cuantas han pasado por Cannes en el 2012. El premio al mejor actor fue para al danés Mads Mikkelsen, que en The hunt da vida a un hombre injustamente acusado de abusar de una niña. Su interpretación es impecable, pero un palmarés no debería dar cabida a las malas películas, y la nueva de Thomas Vinterberg es una de las peores de Cannes. Nada que objetar, en cambio, al galardón concedido ex aequo a las actrices Cosmina Stratan y Cristina Flutur, protagonistas de la nueva película de Cristian Mungiu, Beyond the hills . El jurado quiso redondear su recompensa a Mungiu otorgándole el premio al mejor guión, aunque el riguroso dominio formal y narrativo del rumano lo hacían más idóneo para el de mejor director. Que en esa categoría el elegido fuera el mexicano Carlos Reygadas, que este año ha firmado su peor película (Post tenebras lux ), solo confirma el despiste de los jueces.