La música disco ha recibido dos tremendos mazazos en apenas 72 horas. El pasado jueves falleció Donna Summer y el domingo, Robin Gibb. Eran dos primeras espadas del género. Si ella transformó aquella escena underground en un fenómeno masivo al catapultar sus singles a las listas de éxitos, Bee Gees introdujo el género entre el público blanco con ayuda de Tony Manero, el bailarín italoamericano interpretado por John Travolta en Fiebre del sábado noche.

Robin Gibb había luchado el último año contra un cáncer intestinal, la misma enfermedad que consumió a su hermano gemelo, Maurice, cuya muerte en el 2003 fue tan dura para él como la enfermedad, que adelgazó brutalmente la silueta de Robin.

Menos fluida fue su relación con Barry Gibb. Robin siempre sintió que el mánager del trío lo tenía a él en menor estima. Lo cierto es que Robin hizo grandes aportaciones compositivas al trío, pero Barry, con su leonino peinado y varonil barba, ha quedado como personaje central en todas las fotografías. Pero no es menos cierto que los intentos de Robin por triunfar lejos de los Bee Gees fueron infructuosos. En 1970 dejó el grupo y se lanzó en solitario con Robin´s reign , pero pronto volvió al redil familiar. Su mayor éxito como solista fue el single Juliet , de 1983. En el 2011 había grabado un nuevo disco a su nombre que permanece inédito. La inmensa mayoría de logros de Robin son los compartidos con los Bee Gees. Eso incluye la Orden del Imperio Británico y los más de 220 millones de discos que vendieron.

Solo por títulos como Massachussets, To love somebody, How can you mend a broken heart y I started a joke , los Bee Gees ya ocupan un lugar de honor en la historia del pop, pero la popularidad de su falsete, ¡la madre de todos los falsetes!, escaló un peldaño más en 1977, cuando Fiebre del sábado noche desató la ídem por la música disco a nivel mundial.