Espectáculo: 'Wrecking ball'.

Cantante: Bruce Springsteen.

Lugar: Estadio de La Cartuja de Sevilla.

Cinco minutos antes de salir a escena, dos de los roadies estaban colocando los últimos papeles sobre las tablas para que Springsteen pudiera hablarle a la gente en castellano. Tres horas después, casi hubieran sobrado. Se le entendió siempre.

27 canciones. Muy pocos altibajos. Un discurso único. Joven y combativo. Rabioso y esperanzado. Sin edulcorantes. Desde el principio.

Empezó con la vieja Badlands . Una declaración de intenciones para trabajarse a conciencia el último disco, Wrecking ball . Un disco de directo. Sin paliativos. Un disco del que interpretó seis temas, con especial atención a Death to my hometown y Jack of all trades , dos de los textos más socialmente potentes y reivindicativos que ha escrito nunca antes. La indignación como alegato para recuperar la dignidad arrebatada. La indignación hecha puro rock and roll.

Pivotando sobre el argumentario, dedicó un buen tiempo a dos discos concretos, Born in the USA , del que tocó cuatro canciones --tres al final a partir de IIm going down -- y The Rising , otras cuatro --largo el pasaje de My city in ruins al recordar a los fallecidos, Federici y Clemmons--. Y repartió entre medias joyas clásicas, The promise land o SheIs the one , con varios momentos musicales de auténtica altura.

El mejor ejemplo lo dio con Because the night . La introducción de su viejo pianista Roy Bittan, elegancia suprema. El solo del guitarrista Nils Lofgren, pura electricidad. Springsteen, simplemente emocionante.

Pero no fue el único. Los pasajes soul rock de Apollo Medley y gospel de Rocky Ground mostraron a las tres voces de color en los coros, dos femeninas, arropando, contestando y jugando con el protagonista. Ritmo y seda. El nudo en la garganta estuvo presente al final de Land of hope and dreams , la canción donde suena el saxo de Big Man Clemmons gracias a la magia de la tecnología. El tren de la letra enlazó al final con la vía y viaje de People get ready . Extraordinario.

Y respecto a la banda, notable alto para el sobrino de Clemmons, Jake. Relevo natural como pudo verse y escucharse. El resto, tan engrasada como de costumbre. Weinberg y Tallent, batería y bajo, precisión absoluta.

Cuando estaba a punto de pasar media hora, después de media noche, Springsteen paró de tocar. Se abrazó a sus músicos y cerró los ojos. Estaba exhausto. Pero combatió como siempre. E incluso, mejor que siempre. Con la rabia y esperanza necesarias.