Paisajes y Yorkshire. Dos conceptos actualmente tan unidos a David Hockney (Bradford, Inglaterra, 1937) como en los 60 lo fueron las piscinas y California. El que en su día fue el pintor de la luz y el hedonismo de la costa oeste de Estados Unidos se ha convertido en un gran seguidor de la tradición paisajista inglesa y al igual que John Constable inmortalizó en sus piezas su natal Suffork, Hockney se ha centrado en los escenarios de su infancia y juventud, en Yorkshire, para crear la primera serie extensa de paisajes al natural de su medio siglo de carrera. Y los ha reproducido a través de casi todas las maneras posibles: carboncillo, acuarela, óleo, iPad y vídeo. Ciento cincuenta de estos trabajos lucen desde hoy, y hasta el 30 de septiembre, en el Guggenheim de Bilbao bajo el título Una visión más amplia.

Se trata de obra reciente, piezas realizadas a partir del 2004, cuando tras un periodo sin coger los pinceles Hockney decidió volver a la acuarela primero, y al óleo después, y finalmente ensayar con el iPad, "una herramienta fantástica y seria", afirma, para pintar a plein air y así trabajar a partir de las sensaciones directas y no de las transmitidas a través de la cámara fotográfica. Instrumento que, para el considerado pintor británico en activo más importante, ha condicionado sobremanera la visión de la pintura occidental durante los últimos siglos. "Para pintar un buen cuadro se necesitan tres cosas: el ojo, el corazón y la mano", afirmaba en el 2005, a raíz de su primera muestra de paisajes. Para realizar las piezas de la actual muestra, Hockney ha utilizado las tres cosas citadas.