El cine iraní ha sido, de un tiempo a esta parte, un cine que ha elevado el nivel en los festivales donde ha estado presente, incluso ha conseguido alzarse con los máximos galardones en estas convocatorias de rango internacional, como en el caso de 'Nader y Simin, una separación', la excelente película de Asghar Farhadi, nominada al Oscar a mejor película en habla no inglesa. Y todo ello con merecimiento, pues su libreto es una lección de escritura cinematográfica (cosa por la cual también está en la lista de nominaciones a mejor guión original) donde cada una de las piezas engarzan a la perfección a partir de la decisión de una mujer que desea abandonar un país que no le da suficiente libertad, aunque su marido no piensa dejar a su padre enfermo de alzheimer desasistido. Así que gracias a este conflicto comienza un relato que conseguirá poner en cuestión muchas de las cosas que ocurren a unos personajes muy bien construidos e interpretados, enredados en una tela de araña que teje un sistema de lo más injusto. Así pues, lo social se mezcla con lo religioso, lo económico con lo político, y todo ello en situaciones puestas en escena con total dominio de la narrativa cinematográfica y de los elementos que la configuran, como esa elipsis tan justamente utilizada para conseguir una buena resolución de la trama. Y todo llevado con suma sensibilidad y agudeza a la hora de concebir la mirada de este realizador, completamente trasparente, cuando pone en el centro del juego escénico a la infancia y la senectud como bastante más que un telón de fondo al conflicto de pareja y las consecuencias que conllevará la separación.

Nos encontramos, pues, ante la demostración de que para hacer buen cine basta la inteligencia y sensibilidad de un director y guionista y unos intérpretes de calidad, al margen de grandes presupuestos, al final todo es cuestión de arte e imaginación.