Se fue el pintor, hace ya tres años, pero nos quedó su obra. Y sus amigos, que en todo este tiempo no han dejado de sembrar la semilla del recuerdo, y así nadie se va del todo. Antonio Povedano supo en vida cultivar la amistad, y los frutos han saltado por encima de la muerte. Desde ayer, aquel hombre afable y sereno que ponía un arte singular en todo lo que tocaba permanecerá fundido en piedra con el horizonte de la Sierra que tanto amó. Luces de Córdoba para el maestro del color.