Orquesta de Córdoba.

Solista: Pierre-Alain Volondat (piano)

Director: Alvaro Albiach

Lugar: Gran Teatro

Fecha: Miércoles, 23 de marzo

El séptimo concierto de temporada de la Orquesta de Córdoba, incluido además en el Abono Selección (compuesto por seis de los doce programas que conforman la temporada orquestal en el Gran Teatro), estuvo dedicado a Johannes Brahms. Dos obras significativas de su catálogo sinfónico, como son el Concierto para piano y orquesta op.15 y la Sinfonía op.68 nos mostraron la cara más clasicista del compositor alemán, deudor del sinfonismo de su venerado Beethoven. Así, bajo la acertada dirección del maestro valenciano Alvaro Albiach, la orquesta expuso de manera más que convincente la mencionada sinfonía, obra de notable densidad, colosal en sus proporciones formales, aunque no tan fresca de ideas como cualquiera de las otras tres que conforman el ciclo sinfónico del hamburgués. La interpretación tuvo fuerza expresiva y disfrutó del deseable equilibrio, tan difícil en Brahms, entre el formalismo clásico y el pathos romántico.

Antes, en la primera parte, asistimos a una llamativa interpretación del primero de los dos conciertos pianísticos; en versión claramente distante de los estándares imperantes en la ejecución de esta obra, la cual es ciertamente compleja en términos musicales y pianísticos, y nada tiene que ver, en su concepción dialogística entre solista y tutti orquestal, con la mayoría de los conciertos románticos, orientados casi siempre a resaltar el elemento virtuosístico del piano, aun con menoscabo del papel de la orquesta. El solista, Pierre-Alain Volondat, pianista de fama internacional tras su triunfo en el Concurso Reina Elisabeth de Bruselas en 1983, ofreció una lectura muy personal de la partitura. De entrada, con tempi sensiblemente más lentos de lo que es habitual en los movimientos extremos, recalcando en todo momento el discurso sinfónico--concertante de la obra y la densidad de su textura, con mucha atención a las voces interiores, aun a riesgo de caer a veces en una excesiva pedalización y dinámicas demasiado opulentas. Sin duda, el francés se mostró como un intérprete de acusada personalidad; de esos que pueden gustar más o menos en sus planteamientos musicales, pero que nunca pasan desapercibidos.