Está "muy emocionada" con el premio que le ha concedido la Academia de la Música por quienes se lo dan, sus compañeros, y por quienes la preceden, pero Carmen Linares, que acaba de cumplir los 60, está contenta, sobre todo, por hacer bien lo que hace. "Ahora -presume- canto mejor que cuando tenía 20 años".

La cantaora Carmen Pacheco Rodríguez, que quiso llevar a su pueblo natal de apellido, asegura en una entrevista con Efe que el Premio A Toda una Vida, que le entregarán el próximo 18 de mayo en la ceremonia de los galardones de la Academia, es "muy especial" porque reconoce su dedicación a la música.

"Amo profundamente al flamenco y creo que es una de las mejores músicas que hay en el mundo. Siempre he estado a su servicio y quiero ser digna de ella", asegura la artista, que nutre una nómina honorífica en la que ya están Serrat, Paco de Lucía, Teresa Berganza, Rocío Durcal, Bebo Valdés o Enrique Morente.

Este año la ceremonia donde se darán a conocer los Premios de la Música estará dedicada al flamenco por un doble motivo: por haber sido incluido en el Patrimonio Intangible de la Humanidad, y como homenaje a Morente, fallecido el pasado 13 de diciembre.

"Ha sido para todos un mazazo. Le admiraba, era un gran amigo y éramos compadres, porque mi marido -Miguel Espín- y yo somos padrinos de su segunda hija, Soleá. Ha sido tan inesperado que no nos hacemos aún a la idea", lamenta.

Dulce y dramática en el escenario, reivindicativa con guante de seda ante el mundo, la cantaora está convencida de que un artista "se tiene que implicar" con lo que pasa a su alrededor, por eso es habitual encontrarla apoyando con su voz, ya sea cantada o hablada, a los más desfavorecidos.

Linares es tan feliz con su aclamada "Antología de la mujer en el cante" (1994), que sirve de ejemplo a las jóvenes cantaoras, como con su último proyecto, "Oasis abierto. Miguel Hernández Flamenco", que interpretará el 22 de mayo en el Teatro Español y en el que se acompaña de la música de Luis Pastor, el desenfado de Tomasito y el piano de Tino di Geraldo.

"Un artista tiene que intentar retos nuevos y lo he hecho sin proponérmelo, de una forma natural. Sabía que las mujeres habían sido muy importantes en el flamenco y fui incorporando cosas de cantaoras en mi repertorio y decidí que lo iba a plasmar en una antología. Fue un trabajo duro pero marcó un antes y un después en mi carrera", revela.

Cuando empezó a cantar -su primer disco es de 1970- lo hizo "muy satisfecha" de que la naturaleza le hubiera dotado de voz y de sensibilidad y se sentía una privilegiada porque, "encima", se ríe, le pagaban.

Pero entonces, dice, se tiraba sin red, como le decía Alfredo Kraus, y no sabía la técnica que ha aprendido con el tiempo.

"Cuando era jovencita hacía cosas que ahora digo 'madre mía'. Puedes expresar mucho sin vaciar la voz de esa forma porque te puedes hacer daño. Sigo dando todo pero he aprendido a dosificarme".

Por eso asegura que ahora canta mejor porque tiene "más conocimiento" y sale al escenario de otra manera: "voy a darlo todo pero no me va la vida en ello", dice.

La música le ha dado muchas satisfacciones, la oportunidad de conocer a otras gentes, otros países y le está muy agradecida pero ella también le he dado "mucho".

"He hecho renuncias aunque he tratado de equilibrar mi vida personal y la de mis tres hijos -Miguel, Eduardo y Lucía-, con la musical", afirma.

Ella es de las flamencas "ordenadas", de las que se cuidan, pero, reconoce, también ha tenido "sus noches", en las que salían de actuar y se juntaban con otros artistas hasta que se les hacía de día.

"Esas noches son irrepetibles", admite esta "sesentañera", muy contenta de cumplir años porque lo peor, suspira, es "no poder celebrarlo".