Ganado: seis toros de Núñez del Cuvillo, muy justos de presentación y fuerza.

Morante de la Puebla: dos pinchazos y estocada casi entera (palmas); y dos pinchazos y media estocada (silencio).

José María Manzanares: estocada (oreja); y cuatro pinchazos, media estocada y descabello (ovación).

Daniel Luque: media estocada (silencio); y media atravesada (silencio).

Plaza: lleno de "no hay billetes".

El cartel en el que se anunciaban los toreros artistas y su ganadería preferida pasó por la Feria de Fallas como una brisa --de aire fresco, eso sí-- pero sin la rotundidad que cabía esperar en un festejo que empezó con muy buen pie. Si bien los tres matadores anunciados tenían esa vitola especial de sentimiento y toreo de autor, solo Manzanares sacó además el carné de figura para emplearse a fondo e imponerse a la desidia.

Al primero de su lote lo toreó despacio, templado y con gusto. Pero la faena, en líneas generales anduvo escasa de transmisión, aunque mató de estocada sin puntilla y cortó una oreja. Pero donde estuvo especialmente brillante el alicantino fue en el quinto, un ejemplar por el que nadie en los tendidos hubiese dado un duro y que el matador, en cambio, entendió a la perfección y exprimió hasta el último suspiro. En una faena de alternancia, Manzanares fue cambiando de pitón tras cada tanda hasta sacarse de la manga tres naturales soberbios y dos pases de pecho que pusieron la plaza en pie. Sin embargo, quiso rubricar su actuación matando a recibir, pero no tuvo la suerte o la pericia necesaria. Hasta dos veces lo intentó sin éxito.

También Morante perdió al menos un trofeo por no manejar bien el acero con el que abrió plaza, ejemplar que no duró demasiado pero al que toreó con gusto, dejando detalles de gran pureza y profundidad. El sevillano toreó con mucha clase a la verónica y dio tres chicuelinas totalmente desmayado que alborotaron los tendidos. La plaza, que enmudeció cuando Morante se sentó en el estribo para iniciar la faena de muleta, no tardó en alzar sus olés por encima de la música cuando el de la Puebla del Río sacó a pasear su mano derecha. Como prendido de un hilo invisible, el toro vació su embestida en un par de series magistrales. Pero ahí acabó todo. Daniel Luque se las vio con el peor lote.