Ganado: cinco toros de Javier Pérez Tabernero. El segundo fue un sobrero del Conde de Mayalde.

El Fundi: pinchazo hondo y descabello (silencio); y media estocada (palmas).

Sergio Aguilar: pinchazo y estocada (ovación); y buena estocada (ovación).

Luis Bolívar: estocada casi entera, tendida y caída (ovación tras aviso); y estocada (silencio).

Plaza: Madrid, se llenó en tarde entoldada y con rachas de viento que en ocasiones molestó en el ruedo.

Definitivamente la feria está hecha unos zorros. Y aunque cada día a peor, aún hay que confiar en las dos corridas que faltan para el final. Una pena, la desidia y el desinterés, el aburrimiento que se ha enseñoreado tarde tras tarde, haciendo del espectáculo en ocasiones la cosa más abominable. La de ayer tampoco se salvó. Como viene siendo norma en la Feria, algún toro bueno, pero sin que al torero de turno le llegaran las musas de la inspiración, de la técnica y del valor.

Ocurrió en el cuarto, ¿o quizás también en el tercero? Toros con movilidad, con más clase el cuarto, más exigente el tercero. Pero moviéndose uno y otro.

El tercero tuvo sobre todo lo que ahora se ha dado en llamar transmisión, por la emoción de sus embestidas, con mucho carbón. Fue también toro cambiante, pues a las primeras arrancadas por el derecho, atacando por abajo, le sucedieron otras por el izquierdo de muy corto recorrido y cara por las nubes, con menos entrega.

Cuando volvió el torero por la derecha, el toro estaba ya totalmente descompuesto. Duro trago para Bolívar, que, no obstante, mantuvo el tipo. Le faltó un tramo a la faena, que hubiera sido posible si el animal no se viene a menos, y le faltó más contundencia con la espada.

El otro toro de la tarde fue el cuarto. Más toro si cabe, por su empuje y estilo, por el celo con el que empujó en los dos puyazos que tomó, y por las embestidas prontas, largas y humilladas que regaló en la muleta. Fundi quiso pero no siempre acertó. No estuvo mal, tampoco bien.

El resto de la función no tiene más historia que la del tedio y la fatiga por el aburrimiento. Algunos pasajes aislados, pero que no cuentan para justificar nada bueno en la tarde. El primero de Fundi, muy chico, muy manso y muy apagado, apenas le sirvió para andarle por la cara sin conseguir que pasara ni una sola vez. Y en esa línea el último de Bolívar, todo el rato claudicante, sin posibilidad de faena.

Aguilar apechó con el peor lote. Su única opción fue estar valiente y tenaz, y lo estuvo de sobra. Pero lo imposible, que se sepa hasta ahora, no tiene solución.