Vaya concierto, sin duda celestial: el rey del rock (Elvis Presley), dos de los cuatro chicos fabulosos que eran más populares que Jesucristo (John Lennon y George Harrison) y, desde el jueves (madrugada de ayer hora española), el rey del pop, Michael Jackson. Ese niño angelical, que triunfó primero con sus hermanos en los Jackson Five y después, en solitario, se convirtió en una estrella global, falleció de una parada cardiorespiratoria en Los Angeles cuando se preparaba para un regreso por todo lo alto: 50 conciertos consecutivos en Londres. Un retorno con el que Jackson quería enterrar su decadencia, marcada por el escándalo de pederastia, los problemas físicos y psíquicos, los apuros económicos, el acoso mediático y una actitud inclasificable para la que la palabra excéntrica se queda corta.

Ayer, cuando miles de personas en todo el mundo lamentaban la muerte de un artista sin fronteras, se pronunciaron muchas frases afortunadas para definir a Jackson: un niño que vivió como un adulto y un adulto que vivió como un niño, escribía The New York Times; "Una especie de Elvis a la inversa: Elvis era un blanco que quería vivir como un negro y Michael, lo contrario", dijo el músico Jean-Michel Jarre. Hay consenso en dos puntos. El primero, que Jackson fue uno de los más grandes de la historia de la música y se convirtió en un icono de la cultura popular a escala mundial, popularizando la música negra como nunca antes había sucedido.

El segundo, que su decadencia fue tremenda, que nunca se recuperó de las acusaciones de pederastia (incluido el juicio con circo mediático del que fue absuelto) y que tenía graves problemas físicos y mentales. Todo ello forma un fresco de un niño prodigio que alcanzó la fama y al que después la celebridad destrozó que tiene puntos en común con Elvis (de Graceland a Neverland), corregido y aumentado por la poderosa cultura mediática desde los 80 hasta hoy.

GRANDES FASTOS HISTORICOS Por eso es inevitable que viejos compañeros de viaje de Michael (los paparazi, la controversia) se hayan dado cita también en la hora de su muerte. La cobertura de su fallecimiento fue digna de los grandes fastos históricos. Ayer se abría paso cierta ansiedad para conocer las causas de la muerte, en medio del misterio y de los rumores que apuntan desde una sobredosis de morfina hasta un abuso de calmantes.

Michael pasó los últimos días ensayando en Los Angeles para su regreso en Londres, según su entorno, exprimiéndose físicamente al máximo. Actuando de oficio, la policía de Los Angeles ha abierto una investigación. Los forenses practicaron ayer la autopsia, aunque habrá que esperar a las pruebas de toxicología para saber la causa de la muerte, lo que tardará entre seis y ocho semanas.

Pero junto a esta parte oscura, ayer también apareció la otra cara de la moneda del fenómeno Jackson: la música y sus fans. De EEUU a Japón, de Venezuela a Alemania, en su estrella del Paseo de la Fama o en cientos de foros en internet, millones de personas rindieron homenaje al rey del pop.

Personas anónimas, colegas de profesión, otros miembros del star system, jefes de Estado y hasta el Congreso de EEUU rindieron su homenaje al hombre que, de la mano del productor Quincy Jones, cambió la historia de la música con Thriller . Alrededor de 750 millones de discos vendió hasta ayer Michael en su carrera y ganó 18 premios grammys.

Su influencia es enorme en el concepto industrial del negocio musical y también en el pop y el rap. Marcó un punto y aparte como cantante, bailarín, estrella musical y famoso excéntrico. Todo era descomunal en su vida.

Desde hace tiempo de Jackson solo se hablaba por sus operaciones estéticas, su despigmentación, su pelea con Paul McCartney por el catálogo de los Beatles, su ruina, sus rarezas, su extraña relación con los niños, sus escasas dotes como padre. Pero tras su muerte, ya no importa si Billy Jean era o no su amante, si el niño era o no suyo. Solo quedan canciones que millones de personas bailaron y bailarán.