Realmente se les veía disfrutar a los niños ayer con las manos llenas de pintura, que de repente se paraban para oír el oboe, la trompeta, la flauta o la guitarra, o los que asistían a las breves representaciones de romanos en un ambiente repleto de padres más embobados que los propios niños. Así, lentamente, padres e hijos se acercan a los museos y aprenden a amar el patrimonio cordobés, uno de los más ricos de España, aunque muy necesitado de ser amado.