En nombre de los alumnos de esta séptima promoción -por donde han pasado ya 120 creadores en siete años- habló César Orrico, que partiendo de la idea de que todo artista aspira a ser inmortal, dijo que "los jóvenes abonarán con sus sueños, sus pasiones y sus dudas el terreno para que otros jóvenes recojan los frutos de una inmortalidad renovada, mucho más allá de otros cuatrocientos años, y aún otros cuatrocientos años más". El broche de oro lo pusieron los propios músicos de la fundación con sus guitarras: Guillermo Fernández e Iñaqui Ochoa, que interpretaron varias piezas clásicas. Al acto asistieron numerosos cordobeses y amigos de Antonio Gala.