Tiene 36 años y las ideas muy claras. Pertenece a esa generación de jóvenes cordobeses bien preparados y sin miedo a asumir responsabilidades que han empezado a llegar sin complejos a los centros del poder. El suyo, aunque periférico, le permite a Pablo García Casado satisfacer dos de sus mayores vocaciones: la de apasionado del cine y, a través de él, la de dinamizador cultural y social, que es lo que ha sido hasta que en junio del pasado año fue nombrado director de la Filmoteca de Andalucía.

Pero, además, este chico larguirucho y con aspecto de cándido seminarista es poeta, lo que no le impide moverse con soltura al frente de un equipo de 17 personas ni vender con oficio y arte su gestión pública. Lo último ha sido la inauguración de una nueva sala de la Filmoteca, Espacio 3, donde tendrán cabida los nuevos lenguajes de la imagen.

--Espacio 3 es una sala vacía, supongo que para adaptarse a lo que le llegue, ¿no?

--Sí, queríamos un espacio diáfano y transformable para dar cabida a instalaciones artísticas con temática audiovisual, buscábamos un lugar digamos que intervenible . Será un buen espacio expositivo audiovisual que era necesario, un espacio que permita una programación estable y continuada.

--Supongo que es difícil contentar a todos los públicos, ¿no?

--Es muy difícil. Cuando yo llegué noté cierto desánimo en el sentido de decir: "A la Filmoteca no va nadie, esto ya no hay a quien interese". Me dije que contra eso lo que había que hacer era empezar a trabajar. ¿Cómo? Con horarios adaptables, poniendo películas que puedan interesar, con estabilidad de programación para que la gente sepa a qué atenerse.

--La fórmula le ha dado resultado, porque, según difundieron ustedes recientemente, el número de espectadores se ha duplicado.

--Es que cuando uno programa algo bueno viene la gente, y el equipo de programación de la Filmoteca es excelente. En julio, con 39 grados en la calle, pusimos la película Vértigo a las ocho de la tarde y había sesenta personas en la sala. Se trata también de redescubrir a los clásicos.

--Lo malo es que a los puristas, ese público habitual (y escasísimo) de la Filmoteca que busca solo películas de culto y rarezas, no suelen gustarles los guiños comerciales.

--La suerte de la Filmoteca es que programa muchos días a la semana, y eso nos permite proyectar desde una película como Trece rosas para el gran público hasta films del director alemán Harun Farocky, que es un cine muy difícil. Nuestro objetivo es abarcar el mayor público posible, por supuesto sin pisar el terreno a los cines comerciales.

--Juegan con la ventaja del precio: 90 céntimos entre semana y los sábados gratis. Con la que está cayendo, se comprende que ese día tengan lleno.

--Lo de los sábados responde a una demanda social y lo entiendo. A mí como espectador también me hubiera gustado poder acudir ese día a la Filmoteca, y si es a ver cine importante mejor. Conquistar el fin de semana es además demostrar que la Filmoteca no es solo un lugar de trabajo sino de ocio. También el Fórum Filmoteca era una demanda social, pero sobre todo intelectual. Una filmoteca debe ser un sitio de reflexión y diálogo sobre lo que está pasando, no puede estar de espaldas a la sociedad. Tiene una vocación de masas y ése es un debate político interesante.

Se ve que a Pablo García Casado le gusta la política llevada al debate en las sesiones de la Filmoteca; bueno, y la política a secas. De hecho, se expresa y se mueve con la desenvoltura de un político, aunque sus anteriores cargos hayan estado vinculados a la gestión, primero como promotor de jóvenes creadores desde el programa Arte y Creación Joven y luego como asesor en la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social. "Soy muy nervioso para el trabajo, obsesivo, y llevo diez temas a la vez", dice móvil en mano, mientras ahuyenta inoportunas visitas al despacho donde mantenemos la entrevista, una gran estancia de pareces vacías que espera de un momento a otro a los pintores, como el resto del bello edificio donde se asienta la Filmoteca.

--Imagino que los escasos cineastas y productores locales llamarán a las puertas de esta casa como si fueran las del cielo, ¿no?

--Bueno, son amigos casi todos, tenemos una gran complicidad. Desde el principio me recibieron muy bien y me ofrecieron su colaboración. Aquí se estrenó Cordura , de Miguel Angel Sánchez, y Francisco Javier Gutiérrez volvió a presentar Tres días . Fue la antesala del éxito que ha tenido la película, sobre todo en EEUU, lo que me alegra mucho.

--Una de las principales tareas que tienen entre manos es la conservación de documentos audiovisuales, que requiere una constante puesta al día tecnológica. ¿Dan los tiempos de crisis para alegrías inversoras?

--Trabajamos en el proceso de recuperación, pero se está encareciendo. Es evidente que el siguiente camino es la digitalización. Hasta hace unos años simplemente con el telecine o la recuperación física de la película era suficiente, pero ahora el ciudadano exige que esos fondos estén accesibles a cualquiera. Y ese es un proceso que requiere tiempo.

--¿Qué eco tienen los servicios que ofertan de puertas adentro? ¿Creció también su uso?

--Sí, es significativo el aumento de usuarios de la videoteca, cuyos fondos se han incrementado, así como los de la biblioteca, que está especialmente orientada a investigadores, muchos de ellos venidos de fuera. Es una biblioteca vinculada al mundo audiovisual aunque no solo eso. Yo me encontré aquí un libro mío, Las afueras , y luego he donado otro.

--¿Y qué hace un poeta metido en estas lides?

--Un poeta no puede vivir de lo que escribe, tiene que tener un trabajo. Y éste me encanta. Yo desde hace muchos años me he dedicado a la gestión cultural, primero en Córdoba y luego en Sevilla, siempre compaginándola con la escritura. Sabía que tenía que volver a Córdoba y la verdad es que la oferta era difícil de rechazar.

Su poesía es urbana y con un inequívoco aliento de contemporaneidad. Versos libres y sin apenas signos de puntuación ("Bueno, ahora empiezo a poner comas", apunta), narraciones pautadas que se mueven a la velocidad de un turismo por carreteras secundarias. Es, en suma, una poesía de ritmo cinematográfico que respira la misma soledad y el desgarro cotidiano de los seres que se asoman a los cuadros de Hopper. "Sí, Hopper me gusta mucho --comenta--. Y puesto a hacer confesiones te diré que ya con 17 años era un enamorado de la Filmoteca. Entonces no había más ofertas