Desde luego, los hermanos Coen (Joel y Ethan) no desaprovechan la ocasión para disparar y muy certeramente, como acostumbran --con tanto humor como cinismo--, a todo lo que se mueve, o sea, a lo más alto de aquellos centros de poder que, aunque sean invisibles en su proceder para el ciudadano medio, logran tejer sus redes incluso aunque no encuentren demasiado sentido a las operaciones que acometen. En la última película de estos prolíficos guionistas y realizadores, que ya dieron la campanada con ´Sangre fácil´ allá por los años 80 y no han parado de regalarnos año tras año interesantes títulos hasta conseguir en la pasada edición de los Oscar ser reconocidos como los triunfadores por ´No es país para viejos´, aprovechan para tejer un guión muy bien escrito, con ritmo trepidante, cargado de interés para el espectador en una trama que se complica con la precisión de un mecanismo de relojería, donde la sátira funciona demostrando cómo se puede compaginar la inteligencia con el entretenimiento, demostrándonos que la carcajada puede estar provocada por situaciones de lo más ingenioso y la parodia a estamentos, formas de comportamiento, incluso caricaturas de personajes construidos por un plantel de nombres que conforman un cartel sombroso en cuanto al star sistem, pues cada actor por sí mismo sería capaz de llenar salas, en este caso se prestan a realizar un trabajo bastante alejado de lo que nos tienen acostumbrados, ya que son puras caricaturas. ´Quemar después de leer´ es lo que deberían haber hecho esa obsesa de las operaciones estéticas (Frances McDormand) y ese bobo entrenador de gimnasio (Pitt) cuando encuentran las memorias de un recién despedido analista de la CIA (Malkovich) que su mujer (Tilda Swinton) deja en el gimnasio y ambos confunden con secretos de Estado que intentarán vender a los rusos. Todo un enredo cargado de humor negro.