TRAYECTORIA POETA, DRAMATURGO, ENSAYISTA, ARTICULISTA Y NOVELISTA. EN MARZO INGRESO EN LA ACADEMIA DE CORDOBA Y SU PRODUCCION LITERARIA FUE OBJETO DE ESTUDIO EN UN CONGRESO INTERNACIONAL. EN SEPTIEMBRE PUBLICARA LA NOVELA ´LOS PAPELES DE AGUA´

--¿Cómo ha resultado la sexta promoción?

--Cada una tiene una particularidad. La de ésta es la homogeneidad, es decir, han hecho desde el primer momento unas migas excelentes. Son absolutamente amigos íntimos, van a continuar viviendo juntos la mayor parte de ellos en distintos pisos y en distintas ciudades. He tenido que mover Roma con Santiago para que el uruguayo no se volviera al Uruguay porque no pueden vivir sin él. Son completamente semejantes y no ha habido ni el menor roce, que no sé si eso es del todo benéfico porque conviene a veces que haya piques y contrastes. Estos han estado de acuerdo unos con otros, tanto que llegaba un momento en que no sabían si uno pintaba, esculpía, escribía o hacía música. Ha sido una promoción extraordinariamente satisfactoria para mí, como unos padres de familia que ven que los hijos se llevan cada vez mejor y tienen identidades en lo que cada uno hace y las diferencias sólo necesarias para distinguirlos unos de otros.

--¿Con qué se queda de ellos?

--Conmigo son siempre gentiles, me tienen justo la falta de respeto necesaria para que yo me dé cuenta de que me quieren. Esta promoción ha destacado por una cosa muy curiosa: que yo los rejuvenezco y los convierto en niños chicos. Ellos no saben que es al revés. El que se rejuvenece cuando viene soy yo. En realidad, lo único que hago es reírme con ellos. Nunca he venido para dar ninguna lección. Vengo a estar con ellos y a disfrutar con ellos y con lo que están haciendo. Son mis niños. Por eso me divierte que mis niños digan que yo los aniño a ellos porque entonces soy un padre fatal.

--¿Mantiene el contacto con los antiguos alumnos?

--Los sigo viendo. Lo de la fraternidad que produce la Fundación es tan enternecedor que a veces pierdo el sueño por la noche pensando cómo es posible que esté funcionando de la manera que funciona, que está por encima de lo que yo esperaba. La ternura de los chicos por ellos, por mí, el éxito que están teniendo luego individualmente, toda esa fecundación cruzada se produce de una manera tan delicada y tan sutil que ni ellos se dan cuenta. Hoy habrá no menos de 15 antiguos alumnos de anteriores promociones y en Madrid me visitan y me consultan, además, cosas. Yo soy para ellos uno más, pero con más experiencia. Es el espíritu de la Fundación, que no sea un año: Ponme como una señalita sobre tu corazón . Lo que yo no imaginaba es hasta qué punto iba a ser profunda.

--¿La Fundación camina hacia dónde usted soñó al principio?

--Absolutamente. Yo tuve la idea primera de la Fundación cuando me sacaban prácticamente a hacer pipí los del Grupo Cántico. Siempre se piensa en los poetas de la revista. No es verdad. En el grupo Cántico había músicos como los Medina; pintores, como Miguel del Moral; había orfebres, los Aumente, por ejemplo. Entonces yo salía con ellos. Ahora soy el mayor, pero siempre he sido el pequeño porque entré en la Universidad con 14 años y pantalón corto. Ahora ya me veo viejo pellejo, pero no lo he sido. Y entonces decía yo: "Qué curioso que estos de este grupo no hablen de lo que hacen y proyectan", o a lo mejor no hablaban delante de mí. Siempre pensaba yo "qué maravilla poder hablar de lo que tú haces con gente que hace lo que tú, pero también con gente que cultiva otras manifestaciones del arte distintas. Qué enriquecedor tiene que ser que un pintor te diga lo que se siente delante del lienzo en blanco, como el escritor cuente lo que siente cuando va a poner las primeras frases de un nuevo libro o qué pasa con el pentagrama de los libros". Todo eso que yo veía entonces fue lo que me dio la idea de esa especie de comunidad pitagórica actual. Y la tuve durante bastante tiempo hasta que pude desarrollarla gracias a Miguel Castillejo. Fue muy codiciada porque por ejemplo Celia Villalobos en Málaga, Alejandro Rojas Marcos en Sevilla, todos querían que la Fundación estuviese allí, pero la verdad es que yo me daba cuenta de que tenía que estar donde yo había sido niño y donde yo había estado a esa edad.