El magistrado del juzgado de Primera Instancia número cuatro de Córdoba ha condenado a Manuel Villén a devolver al Estado las cartas de Miguel de Unamuno que obraban en su poder y que pretendía sacar a subasta en una sala madrileña.

Villén mantuvo durante el juicio celebrado el 25 de enero que Felisa de Unamuno, hija del escritor, le regaló estos documentos en 1969, mientras que un nieto del pensador y la colaboradora de la hija dijeron que "nunca se le hubiera pasado por la cabeza" desprenderse de esa correspondencia.

El litigante destacó que en esa época trabajaba en una editorial que había publicado nueve volúmenes de la obra de don Miguel y que el décimo, que nunca salió a la calle por la quiebra de la editora, consistía en el legado epistolar. Según Villén, se llevó las cartas para catalogarlas y pasarlas a máquina y "cuando fui de devolverlas me dijo que me las quedara por haber hecho el trabajo en poco tiempo".

El juez reconoce en la sentencia, contra la que cabe recurso ante el mismo juzgado, que "la cuestión es compleja si se tiene en cuenta que la adquisición no se documentó en un contrato escrito", a la vez que recuerda que existe un acuerdo del Consejo de Ministros de 1967 en que se acuerda la adquisición por parte del Estado de los bienes de Unamuno, entre los que se incluyen "todos los papeles y objetos inventariados".

LOGICA Sobre esta cuestión, el juez determina que la falta de inclusión de las cartas en el inventario se debe a que Felisa de Unamuno dudaba si debían quedar en el ámbito familiar o si, dada la proyección de su padre, pasaban al público, y por ello consultó con sus hermanos, aunque "lo lógico" es que siguieran en la casa museo de la Universidad de Salamanca pues entre ellas había correspondencia con otros personajes ilustres.

También pesa la declaración de Miguel de Unamuno y Adarraga, nieto del escritor y apoderado de la familia, quien manifestó que sus parientes vendieron al Estado todo lo que estaba en la casa rectoral de Salamanca. "Por todas estas razones debe concluirse que tras consultar Felisa de Unamuno con el resto de la familia el destino de las cartas manuscritas por don Miguel de Unamuno, decidieron que éstas pasaran a formar parte de los bienes vendidos al Estado", subraya el juez en su dictamen.

La versión de Villén "es absolutamente inverosímil", no solo porque los herederos no podían disponer de las cartas, sino porque las circunstancias de la correspondencia "no la hacen asumible desde el punto de vista racional".