Seis directores de cine españoles nacidos durante la democracia han realizado un filme en el que retratan la figura de Franco a partir de las historias que han leído o que han oído en sus familias, una película que se proyectará el próximo domingo, 20 de noviembre, de forma simultánea en 150 cines de Europa.

Tras el título Entre el dictador y yo se esconden seis historias totalmente diferentes, que se aproximan a la memoria histórica más reciente desde diferentes ópticas pero con un común denominador: hacer un ejercicio fílmico contra el olvido.

La suma de sus miradas compone una reflexión plural sobre nuestra historia, una revisión del legado y la pervivencia, evidente o subterránea, de la figura de Francisco Franco.

La idea de la película, explicó ayer la productora Tania Balló, surgió del Programa para el Memorial Democrático que impulsa la Generalitat para "intentar abordar la mirada histórica desde un punto de vista distinto, coincidiendo con el 30 aniversario de la muerte de Franco".

A partir de la pregunta "¿cuándo fue la primera vez que oíste hablar de Franco?", Juan Barrero (Sevilla, 1980), Raúl Cuevas (L´Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1978), Guillem López (Barcelona, 1975), Mónica Rovira (Les Masies de Voltregá, Barcelona,

1978), Sandra Ruesga (Madrid, 1975) y Elia Urquiza (Pamplona, 1979) emprenden un viaje de búsqueda por su historia personal y la de los familiares y amigos más próximos.

La productora ejecutiva del filme, Marta Andreu, ha subrayado que "a partir de distintas cuestiones como ¿qué símbolos quedan?, ¿qué testimonios nos han llegado? o ¿cuáles son las huellas visibles en la historia personal de cada uno?, la película, más que dar respuestas, ayuda a establecer un diálogo entre distintas generaciones, haciendo evidentes los mecanismos de transmisión que se han utilizado para explicar la historia".

Entre el dictador y yo comienza con la pieza de Juan Barrero, centrada en uno de los vestigios de aquel franquismo, el yate Azor, hoy abandonado en medio de la meseta castellana después de que un empresario intentara convertirlo en reclamo hotelero en Burgos, a escasos kilómetros de la montaña de Atapuerca.