Basilio Martín Patino, recibió ayer la Medalla de Oro de la Academia de Cine, y afirmó que nunca ha entendido el "glamour" del cine y que siempre ha preferido "echarse al monte", como los guerrilleros, y jugar a hacer "lo que sabía", que acercarse a una industria "atrapada en manos de prepotentes".

Martin Patino (Lumbrales, Salamanca, 1930) es "uno de los cineastas más atractivos, insólitos y libres" y un nombre clave en la "revolución" y "modernización" del cine español en los 60, especialmente en el campo del documental, según aseguraba ayer la presidenta de la Academia de Cine, Mercedes Sampietro, que entregó al director la Medalla de Oro 2005 de esta institución en el Círculo de Bellas Artes.

"Estamos muy contentos de expresarle nuestro cariño y admiración y de darle así las gracias por todo lo que nos ha enseñado, por su espíritu de libertad e independencia", añadía Sampietro en una rueda de prensa ofrecida horas antes del acto oficial de entrega de la medalla.

En esa rueda de prensa el autor de películas como Nueve cartas a Berta , con la que debutó en 1965, con la que ganó la Concha de Plata a la Mejor Opera Prima en el Festival de San Sebastián y con la que inauguró su larga historia de censuras, aseguró que para él el cine "ha sido siempre un juego". Un juego que él, cuyo último largometraje fue Octavia (2002), sigue practicando en su propia productora, La Linterna Mágica, que creó tras la llegada de la Democracia, aunque asegura que "ya he dado suficiente de sí".

Martín Patino confesó que su carácter y forma de hacer cine "no se pueden poner como ejemplo", aunque a él, su "rareza", le ha ido "bien".