ORQUESTA DE CORDOBA

Intérpretes: Pilar Jurado (soprano).

Director: Vassily Petrenko.

Lugar: Gran Teatro.

Día: Jueves, 1 de enero.

Comenzó con buen pie la Orquesta de Córdoba este 2004 y nos lo hizo pasar estupendamente a cuantos asistimos al Gran Teatro, al tradicional concierto de Año Nuevo. La Orquesta estuvo muy bien y fue calurosamente aplaudida tras cada una de las interpretaciones. Y ello, con repertorios no vinculados en todos los casos a lo que (no se sabe bien por qué, fuera del ámbito vienés) se considera tradicional en este tipo de conciertos.

NUEVAS PIEZAS

Es de agradecer que, sin renunciar a la obligada presencia de obras y autores que todo el mundo espera, se incorporen nuevas ideas que escapen a ese mimetismo generado por el glamour de los conciertos que la Filarmónica de Viena protagoniza cada primero de año, desde hace más de medio siglo, en la hermosísima Sala Dorada de su Musikverein.

Así, la Orquesta de Córdoba acertó plenamente al conformar un programa en el que, además de polcas de Johann Strauss y valses de Chaicovski -el toque clásico del concierto-, estuvo presente también la música del siglo XX, lo que, por demás, nos proporcionó el placer de escuchar (y ver) a la soprano madrileña Pilar Jurado, quien, además de brindarnos su singular arte vocal, ecléctico y revelador de una fina inteligencia y desbordante musicalidad, derrochó simpatía en el escenario. En primer lugar, con un simbolista Ravel que, tras el deliciosamente decadente Vals de las flores, tocado de maravilla por la Orquesta, quizá pudiera resultar a algunos excesivamente modernista, aunque en realidad es sólo doce años posterior al amable y neoclásico Chaicovski de Cascanueces. Pero es que con este raveliano Shéhérazade estamos sumergidos de lleno en el París vanguardista de hace cien años, y con un músico prodigioso que utiliza la voz con unas formulaciones expresivas tremendamente innovadoras. Lo que Pilar Jurado resolvió con la suficiencia de esa gran artista que es, sabiendo compensar la falta de una mayor potencia vocal, con una expresividad y una interpretación magistral, y revelando una rica paleta vocal, que abarcaba desde las líneas más declamatorias a explosiones de una sensualidad admirables. Y de ese irrepetible París de las primeras vanguardias históricas, al Nueva York de los felices años veinte, a los teatros de Brouklyn y la música de Gershwin; de la mano de Pilar Jurado, siempre genial y simpática, y de una Orquesta de Córdoba en vena, brillante y con ganas, magníficamente conducida en todo momento por el joven Vassily Petrenko, primer premio en 2002 del VI Concurso Internacional de Cadaqués, para directores de orquesta.