EL ADEFESIO

Autor: Rafael Alberti

Dirección: Nieves Gásmez

Actores: Manuel Galiana, María Luisa Merlo, Trinidad Rugero, Carmen Martínez Galiana, Tomáss Gayo, Geli Albadalejo, Mariló Rincón, Richard Cenier, Vico Ramos

Escenografía: Ricardo S. Cuerda

Lugar: Gran Teatro

Fecha: 21 y 22 de noviembre

Con muy buena entrada de público al Gran Teatro tuvo lugar la primera función de El Adefesio , de Alberti. La obra recoge una historia popular conocida por el poeta durante una estancia en Rute, la de La Encerrada , un oscuro relato en el que una joven vivía oculta a cal y canto en su casa. Esta narración, Alberti la transforma, desde el exilio argentino en que la escribió en 1943, en una metáfora sobre la opresión y la dictadura franquista, algo en lo que han ido reincidiendo posteriores adaptaciones de la obra.

El texto está plagado de sentido poético y alegórico, de situaciones extremas, situaciones que van más allá de la realidad figurativa, presentando a ésta completamente deformada, como un adefesio en que la belleza, la verdad y la pureza son corrompidas por la hipocresía y un fundamentalismo moral absolutamente opresivo.

ACTORES DE CALIDAD Es una obra que requiere buenos actores, y afortunadamente la producción de Tomás Gayo ofrece al espectador un muy buen reparto en todos sus integrantes, en el que los más conocidos, como Manuel Galiana o María Luisa Merlo no decepcionan ni anulan a los demás, todos a un buen nivel interpretativo. La dirección escénica de Nieves Gámez ha propuesto que el papel protagonista femenino, Gorgo, lo represente un hombre, Manuel Galiana, algo desde mi punto de vista innecesario pues, dadas las características específicas del personaje, una mujer que se hace pasar por hombre en ciertos momentos, es más impresionante y repulsivo que lo hubiese interpretado una actriz. La obra de Alberti tiene una creciente intensidad dramática que la dirección escénica no ha afinado suficientemente, necesitando la puesta en escena de una más ajustada dosificación del dramatismo que desemboque en la tragedia final.

Plásticamente el espectáculo no está a tono con la potencia poética del texto, pues el escenario es frágil, como de interior de casa japonesa, más que la cárcel doméstica a que se alude constantemente en el texto. El vestuario y caracterización de los personajes tampoco se relacionan con el texto, es un vestuario simple, demasiado cotidiano para personajes que alcanzan el grado de alegoría y que por ello requerirían una mayor elaboración en su presencia escénica.

El texto de Alberti se oye con interés, bien interpretado, adolece de tensión dramática en las escenas entre las tres harpías protagonistas, tensión que crece cuando entra en escena la joven Altea, quien desequilibra el orden que le imponen. La obra se parece asombrosamente a La casa de Bernarda Alba de García Lorca, aunque con menos conflictividad dramática entre los personajes, más desarrollo verbal y un mayor alejamiento de la realidad natural. Una realidad que Alberti presenta no ya fea, sino de adefesio, extremismo plástico y expresivo que la puesta en escena de esta versión no ha desarrollado lo suficiente.