Hugh Grant es en persona una continuación de los personajes que ha defendido en sus últimas películas: un bromista socarrón y distante, a medio camino entre el gentleman de cejas levantadas y el gamberro de colegio mayor. Hace varios días pasó por Madrid para promocionar el último filme que insiste en su vena más cómica y popular, Amor con preaviso , que se estrena hoy, pero a la hora de las entrevistas al actor le urgían otras preocupaciones: "Por favor, ¿alguien sabe dónde puedo escuchar flamenco y cenar tapas esta noche?", soltó nada más aparecer por la sala.

--¿Se parece mucho al personaje que encarna en la película?

--Bueno, sí y no. Tengo una vida bastante cómoda y siento que la gente a mi alrededor se preocupa por hacerme feliz, pero no gasto mi dinero con la alegría con que él lo hace. Quizá porque no tengo tanto.

--Wade se distingue al principio de la película por su falta de ideales. ¿Usted cómo anda en ese terreno?--Me cuesta hablar de mis ideales, porque creo que no tengo ninguno. Nunca he sido lo que se entiende por una persona idealista. Creo que soy demasiado egoísta para tener ideales.

--¿No se cansa de hacer siempre el mismo tipo de personajes?--Es que yo no siento que sean personajes tan iguales. Reconozco que hay muchas similitudes, pero cada uno tiene sus peculiaridades y yo vivo cada papel de una manera diferente, como si fuera único. Además, creo que no soy un gran actor, y no sé si valdría para hacer películas intelectuales. A mí lo que me gusta es entretener a la gente.

--¿Eso quiere decir que seguirá haciendo comedias?--¡Pero eso no es negativo! Es mucho más difícil hacer comedia que drama. En un drama tienes múltiples recursos, puedes apañártelas de muchas maneras. En una comedia te lo juegas todo a una carta. Se trata de que la gente se ría o no se ría, y a veces ese reto me causa pánico, incluso después de 26 películas.