EL GRAN DICTADOR

Dirección: Charles Chaplin.

Intérpretes: Charles Chaplin, Paulette Godard, Jack Oakie, Henry Daniel, Reginald Gardiner, Billy Gilbert.

Nacionalidad: EEUU, 1940.

Una triteza, una satisfacción y un lujo. Una tristeza porque a nuestros cines nunca llegan las reposiciones de obras clásicas que a cuentagotas retornan a los circuitos comerciales. Una satisfacción porque una película como El gran dictador sí haya encontrado, aunque sea con unos meses de retraso, un hueco en una de las salas de nuestra ciudad. Y un lujo porque no son muchas las oportunidades que uno tiene de ver en pantalla gigante y en unas condiciones ambientales excepcionales filmes que ya forman parte de la Historia del Cine. En este caso, el lujo de disfrutar de una comedia inmortal, cargada de valores cómicos, cinematográficos, humanos y morales imperecederos.

DE PLENA ACTUALIDAD

Puede que El gran dictador no sea la mejor película de Chaplin. Quizá en el plano artísticos la superen Una mujer de París, Tiempos modernos, Luces de la ciudad o La quimera del oro. Pero independientemente de su mayor o menor calidad con respecto a otras en el conjunto de su filmografía, siempre es bueno, y sobre todo en los tiempos que corren en los que soplan bélicos vientos, recordar como lo hace Chaplin, que la democracia, la libertad, la dignidad, la humanidad y el progreso son derechos, obligaciones y actitudes que los hombres han de cultivar frente a la dictadura de la tiranía, la opresión y la deshumanización de quienes abusan del poder y pervierten la vida.

SATIRA POLITICA

Pocas cosas caben decir ya de un filme como El gran dictador sobre el que tanto se ha escrito. Quienes no tuvieron la oportunidad de verla cuando se estrenó por vez primera en España tras la muerte de Franco, ahora tienen una nueva ocasión para deleitarse con esta maravilla de la comedia por la que no parecen pasar los años.

Aquí, en El gran dictador, feroz sátira política y primera película hablada de Chaplin, sobresalen dos de los mecanismos que han hecho inconfundible su cine. Por un lado la perfecta imbricación de elementos cómicos y dramáticos, y por otro la extracción de memorables momentos de humor en la lucha del personaje contra los objetos que le rodean. Es gratificante comprobar cómo escenas memorables y antológicas perfectamente elaboradas aún mantienen su capacidad de dibujar sonrisas en nuestros rostros, estimular la risa y provocar la carcajada de una manera maravillosa, ingeligente y sutil.

OPORTUNIDAD UNICA

Una oportunidad única, pues, de recrearse con la maestría humorística de Chaplin y de recordar su discurso final, un alegato humano y antibélico dirigido a los personajes de la película y más directamente a los espectadores de su tiempo que, por suerte o por desgracia, también es el nuestro, ya que muchas de los asuntos que se barajan en El gran dictador tienen plena vigencia en la actualidad, como que la política de Hynkel es "un tragico disparate". Sólo es cuestión de extrapolar.