LA PRUEBA

Autor: David Auburn.

Versión: Juan José Arteche.

Dirección: Jaime Chávarri.

Intérpretes: Cayetana Guillén Cuervo, Manuel Tejada, Miguel Hermoso y Chusa Barbero.

Escenografía: Ana Garay.

Estilismo: José M García.

Iluminación: Juan Manuel Villalba.

Lugar: Gran Teatro de Córdoba.

Días: viernes, 24, y sábado, 25 de Enero.

La Prueba es una obra escrita por el norteamericano David Auburn que se desarrolla en las proximidades del campus de la universidad de Chicago, en la casa de un profesor de matemáticas, recientemente fallecido tras una larga enfermedad de demencia. La dramaturgia emplea en varias ocasiones el retorno al pasado, a los recuerdos de los personajes o la imaginación de estos, para recrear escenas fuera del tiempo real de la acción. Ello permite al autor presentar como personaje vivo al profesor difunto, creando así, desde el principio de la obra, una cierta intriga hacia los acontecimientos.

DIALOGOS CRUZADOS

El texto es de diálogos cruzados, presentando el autor a un cuarteto de personajes que se contraponen entre sí dando lugar a sucesivos conflictos verbales, más o menos tensos según los hechos. Hay abundancia de conversaciones sobre especulaciones numéricas y asuntos de familia que espesan el texto. Sin embargo la función se sigue con interés gracias a la interpretación de los actores y a la dirección escénica. El director, Jaime Chavarri, ha aplicado ritmo ágil y riqueza emocional a los diálogos. La palabra fluye con agilidad en boca de los actores haciendo que la escena no decaiga. Pero no todo es agilidad para que una función no naufrague. Los personajes han sido definidos con claridad por parte del director, lo que permite ofrecer puntos de atracción hacia las peculiaridades de cada uno. Por su parte, los actores, Cayetana Guillén Cuervo, Manuel Tejada, Miguel Hermoso y Chusa Barbero, hacen un gran trabajo de interpretación. Sin ellos la función podría perderse en la maraña de conflictos individuales y psicológicos que tanto gustan al cine, teatro y telefilmes americanos.

La estética escénica que otorga la escenografía es árida, imprecisa en un drama con visos de realidad, dejando a la escenografía en los laterales al aire, desnuda, con demasiada cámara negra. El teatro lleno, con el público muy atento a los actores en sus largos diálogos, llevaderos gracias al buen hacer de estos y a la dirección. Al final gran aplauso del público a los intérpretes por su actuación.