TEATRO
Lo nuevo y lo caduco

Lo nuevo y lo caduco
LA GAVIOTA
Autor: Anton Chéjov.
Compañía: Teatro de la Danza.
Dirección y versión: Amelia Ochandiano.
Actores: Carmen Elías, Roberto Enríquez, J. A. Quintana, Silvia Abascal, Pedro Casablanc, Chema Mazo, Marta Fernández Muro, Goizalde Núñez, Jordi Dauder, Sergio Otegui.
Escenografía: Gabriel Carrascal.
Vestuario: María Luisa Engel.
Iluminación: José Gómez-Cornejo.
Lugar: Gran Teatro.
Días: 13 y 14 Diciembre, 2002.
Esta puesta en escena de La gaviota de Anton Chéjov, intenta equilibrar un planteamiento tradicional, es decir, el de servir la obra con proximidad a los criterios del autor, su estética y su época, con otro criterio más cercano al teatro actual. Para ello se combinan dos espacios en la puesta en escena de Amelia Ochandiano, el escenario habitual a la italiana, y la extensión de éste al espacio del público, ocupado a veces por los personajes. Ello denota un intento de acercar la obra al gusto y recepción del siglo XXI, en la forma, no tanto en el fondo.
IDEAS ESTETICAS
La gaviota es una obra en que se plasman muchas de las ideas estéticas de Chejov como escritor y dramaturgo. Ideas que, en su momento, significaban aspiraciones de renovación, aunque hoy son principios y planteamientos que, asumidos por seguidores posteriores, hacen de Chéjov un clásico, pero con peligro de convertirlo en reliquia si no se acierta en el pulso de la puesta en escena. Es aquí donde cojea esta representación de La gaviota , el ritmo lento del que se abusa en muchas de las réplicas entre los personajes. Por más que sea un teatro psicológico, un teatro naturalista, un teatro de la realidad, eso lo era en el siglo XIX, cuando estos conceptos chocaban con la declamación y artificiosidad del melodrama o el folletín, pero hoy, realismo y naturalismo tienen otras connotaciones.
La belleza literaria del texto, el interés de las ideas estéticas que contiene y la profundidad psicológica de los personajes son valores que mantienen viva a esta obra, pero algunos de sus aspectos más folletinescos, como las frustradas relaciones sentimentales entre casi todos los personajes, son las grietas del tiempo en esta obra, que podrían haber sido susceptibles de una adaptación para la puesta en escena. Los actores, en general, están bien, aunque el personaje de Nina hubiera requerido más flexibilidad en su interpretación a cargo de Silvia Abascal. Tampoco el personaje de Polina parece adaptarse a las características de Marta Fernández Muro. Juan A. Quintana está encantador y creíble, así como Carmen Elías, aunque resultan un tanto excesivos los dolores articulares que le ha marcado la dirección a su personaje. La iluminación es delicada y plena de ambiente, sobre todo en las escenas de interior. El vestuario es historicista y grato en texturas y diseño.
ADAPTAR LA EMOCION
Un fuerte aplauso cerró la noche en una obra de hermosas palabras y conceptos en la que el paso del tiempo parece aconsejar una adaptación, no tanto del texto, sino de la encarnación del mismo en el ritmo y la emoción escénica.
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