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MEMORIAS

El tiempo recobrado

‘El corazón de las golondrinas’, un regreso a la infancia de López Andrada

Alejandro López Andrada.

Alejandro López Andrada. / A. J. González

Córdoba

Solo de los niños que caen al barro, los pequeños soldados heridos de muerte por la metralla del sol, solo de esos niños que se han llenado de arena, que han intentado patear a las palomas o capturar en la noche de verano las terribles salamandras, solo los niños que hicieron en su día arcos y flechas con las ramas caídas de los árboles, solo de tales niños, ya digo, es posible esperar que aparezca un poeta. Porque el niño está inmerso en poesía durante sus primeros años. Y un metro cuadrado de hierba coronado de nubarrones puede hacer más por él hoy que mañana la explicación plomiza de la clase de matemáticas y que todas las oposiciones a registrador de la propiedad. Estoy pensando en poetas como el gran galés Dylan Thomas o Claudio Rodríguez. Estoy pensando en poetas cuya imaginación salió ilesa de un trato (inexistente en la infancia de mi generación y en las anteriores) con las todopoderosas pantallas de ordenadores y móviles. Pero, igual que digo esto, diré también que la niñez gana siempre, en campo o en ciudad, en trinchera de barro o en las mágicas calles, si consigue salvar la sagrada imaginación.

Lo que quiero decir lo resumió muy bien Juan Ramón: «Naturaleza, amor y libro». El niño que goce de esos tres elementos en su infancia será un hombre más libre y más pleno. Será el hijo del niño que fue. Estas memorias de infancia de Alejandro López Andrada dan fe de ello. El escritor cordobés teje en ‘El corazón de las golondrinas’, bellamente editado por Berenice, un libro intenso y amable. Un libro que integra un exhaustivo catálogo ornitológico, un libro donde hasta las luciérnagas parecen tener su misión en el mundo: iluminar una infancia. López Andrada teje el mito de la primera vez: el descubrimiento de la pesca con su padre, el vislumbrar un territorio soñado en la dehesa, el primer desengaño amoroso... Y todo ello con la nostalgia por un mundo rural perdido. Aunque es obligado señalar que no toda nostalgia ha de tener razón: es mucho mejor tener el avance técnico de una lavadora que ver a las sufridas madres del campo lavar la ropa en el río. Pero el mérito de este libro no está en el tiempo recobrado, sino en la misma fe que pone el autor en que dicho mundo merece esa recuperación.

Dice un extracto al final: «en esta catedral trenzada de álamos y armoniosas encinas, conecto con la esencia de un Dios inmenso, universal, que respira en la hierba e ilumina los rincones y siento las voces de los que se alejaron». Muy pintoresco y hondo es el capítulo dedicado al hermoso pueblo de Peñarroya, donde el niño acudía con su padre, viajante de comercio, al almacén textil, y allí descubre y describe el olor propio de cada tela. Muy hermoso es el retrato del padre, tributo a toda una generación de gente buena y trabajadora que tuvo que enfrentarse a aquellas circunstancias de vida. Si Mallarmé dijo que el mundo existe para desembocar en un libro, digamos que Los Pedroches y la extinta vida rural desembocan en libros como este, transidos de nostalgia y fe. Apuntemos que el mismo autor reconoce usar un «idílico barniz» al recrear aquellas vidas suya y de sus paisanos. Pero está claro que ese barniz, que llevan dentro tantos creadores, no es sino la poesía y la fe necesarias para salvar una infancia y a sus seres nacidos en el aire.

‘El corazón de las golondrinas’.

Autor: Alejandro López Andrada.

Editorial: Berenice. Córdoba, 2025.

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