Poesía

Utopía y sentimentalidad

Juan José Téllez publica el poemario ‘Los últimos pieles rojas’

Juan José Téllez.

Juan José Téllez. / ROMÁN RÍOS / EFE

Málaga

La poesía de Juan José Téllez ha sido situada por algunos críticos dentro de la poesía de la experiencia o la otra sentimentalidad, pero con matices. Conozco la poesía de Juan José Téllez desde los años 90 y creo que siempre ha mantenido un estilo muy personal basado en una serie de claves estéticas, literarias y sentimentales que se mantienen sin duda en este libro. Sus obras parten siempre de una realidad vital, una realidad vivida, y transformada literariamente a través de procesos asociativos donde fusiona esa realidad con lecturas, música, recursos memoriales, imágenes que crean la narrativa de un momento de su vida que quedó fijado de un modo casi cinematográfico, y siempre con una sensitiva razón emotiva, con un regusto nostálgico y propenso a la exaltación de la libertad, cuando no a la ruptura de lo aceptado socialmente. Lo que impulsa una actitud de rebeldía, que siempre ha estado presente y está en estos versos.

‘Los últimos pieles rojas’ es un libro que desde el título inicial nos lanza un claro mensaje: el cine, el indio que se rebela contra el opresor blanco, y el color rojo, como signo claro de esa imaginario progresista en el que él siempre se ha situado ideológicamente. Un hombre de su tiempo. Pero no olvidemos también el adjetivo «último», resuelto claramente en el interior del libro con un claro pesimismo en torno a esa progresía en horas bajas: «El tiempo se ha quebrado, el mundo es la derrota,/ y yo no traigo a bordo más que deserción» o «Ya no hay por venir, nunca hubo destino,/ viajeros oscuros en el vagón de mercancías,/ o en las carreteras hacia ninguna parte».

Es un libro sólido, equilibrado, muy creativo, y de gran altura literaria que muestra a un escritor en absoluta madurez, pesaroso ante la evolución de la sociedad. El elemento crítico está muy presente, siempre lo estuvo (un elemento que lo separa claramente de la poesía de la otra sentimentalidad) aunque en su autocrítica muestra que esa vejez a la que ya hace referencia es como una pérdida de esas ilusiones iniciales: «Yo soy europeo del mayo francés/ de abril, de Portugal, de los claveles,/ de quienes no llegan a fin de mes/ pero dan la cara cada quince eme». Este discurso nunca se le escuchó a la poesía de la otra sentimentalidad, al menos como elemento axiológico. El poema «In god we trust» es muy revelador en esta línea: «Ellos colgaron el cartel del fracaso/ en los escaparates de las tiendas sencillas. / El dinero que mostraban era un dios de barro/ aunque su avaricia exigiera sacrificios». El compromiso con los más desfavorecidos está muy presente en su lírica que participaría de un modo personal del humanismo solidario como corriente estética. Muy claro en poemas como «El valor de los salvajes»: «¿A qué país huiremos para buscar refugio/ si todo ya serán ruinas de hospitales,/ emociones en llamas y gobiernos sin ternura?». Aunque exista la componente social, humana, que ve en la alteridad una vía profunda no es ajeno a su mundo propio sentimental y personal y, en él, el amor surge con una fuerza relevante y precisa, siempre ajeno a las normas, siempre en continua rebeldía y con juegos asociativos originales, sugestivos, donde la fusión, el mestizaje con el cine, cierto culturalismo literario de clase media, no clasista -como le sucedía a los Novísimos, siempre elitistas- le permite el encuentro con el rock («Todo aquel verano yo fui Jimi Hendrix»), con Chavela Vargas («Chamana Chvaela que muerdes las balas»), con los bares de copas, con una lírica urbana que debe mucho a un mundo actual siempre en permanente transformación pero que ha perdido el idealismo de otro tiempo, definiéndose como «Un viejo loco que viene de otro siglo,/ con demasiado entusiasmo por los efectos del ron/ y muy exigua esperanza en el género humano». Téllez ha escrito un buen libro, probablemente una de sus mejores obras. Profundamente conmovedor y arrebatadamente creativo, lleno de sorpresas («Buscábamos el grial de la palabra nueva») que le permiten crear un mundo plenamente mestizo, donde todavía las ideas de progreso importan aunque en determinados momentos se muestre profundamente pesimista. De este pesimismo le salva el amor, la música, la literatura, el valor de la amistad, la vida…, el día a día, la cotidianidad. Pero también es un libro nostálgico, que rememora ese tiempo vivido («Yo también estuve en el jardín de Arcadia»), que tanto tiene de testimonio y de inventario mostrando el camino desde el que partimos y al que llegamos. Con unas alforjas llenas pero con la fuerza todavía para seguir creyendo en la rebelión y la lucha: «Nadie tiene derecho a quedarse quieto/ ni a creer que esta rabia no le pertenece». Un libro expansivo, amplio y generoso con la palabra y sus destellos: «Masca la vida como tabaco fresco (...)/ Escribe en la pizarra el nombre de tus sueños (…)/Santifica las fiestas, santigua los pecados/ y expulsa a los sacerdotes de los focos».

‘Los últimos pieles rojas’.

Autor: Juan José Téllez.

Editorial: Renacimiento. Sevilla, 2025. 

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