Novela

Pintar el cielo de Roma

Ernesto Pérez Zúñiga muestra una atractiva atmósfera en ‘Veníamos de la noche’

El escritor Ernesto Pérez Zúñiga, autor de ‘Veníamos de la noche’.

El escritor Ernesto Pérez Zúñiga, autor de ‘Veníamos de la noche’. / Lisbeth Salas

Córdoba

«Roma no sería la ciudad más bella del mundo si no fuera también la más fea del mundo», dijo Pier Paolo Pasolini para resumir el esplendor y la miseria de la ciudad, unidas en una misma estampa. No es casual que esa frase aparezca en boca de uno de los personajes de ‘Veníamos de la noche’, la última novela del escritor Ernesto Pérez Zúñiga. No lo es por varias razones. Para empezar, en la propia historia sirve para agrandar la visión de las calles que recogen los movimientos de los protagonistas. Pero también para que el autor deje caer que la capital italiana es ingobernable desde cualquier punto de vista; algo que podría ser aplicable a muchas otras ciudades, pero que en este caso viene asociado a su idiosincrasia, a su misma fundación. Como señaló el periodista Enric González «a Roma hubo que inventarla (Rómulo y Remo) porque, a diferencia de otras capitales del occidente europeo, nacidas como campamentos militares romanos, la Urbe ignora sus propios orígenes». Pérez Zúñiga, no obstante, ha sabido manejar la ciudad desde muchos ángulos, que en su libro aparecen cohesionados para crear una trama en la que la belleza y la fealdad quedan destiladas a través del amor, el arte (las bellas artes) y un pasado, el de la protagonista, que vuelve con intensidad para intentar hundirla. Y con estos ingredientes principales (los secundarios conviene descubrirlos probando el plato final) la Roma que tenemos entre manos da como resultado una atractiva atmósfera literaria.

En ‘Veníamos de la noche’ esa es la atmósfera que se encuentra Lucía cuando llega a la Academia de España en Roma para pintar el cielo de la ciudad. Atrás deja su trabajo en un laboratorio con tradición familiar, un fraude farmacéutico y un exmarido, afamado científico, que reavivará el pasado para complicar las cosas. Mientras tanto, Lucía rehace su vida y conoce a Enrico, que le descubrirá «a mitad del camino de la vida» la ‘Divina comedia’ de una manera muy apropiada para el momento: «Dante es para mí la conciencia que anota cada experiencia. Virgilio representa los ancestros a cuya línea pertenecemos y que hemos heredado. Beatrice es el alma. Y el alma nos guía por un paisaje cambiante, cada uno tiene el suyo». Con él también habrá momentos para trascender la mera acción, con diálogos cargados de profundidad, como en un destacado pasaje en el que Enrico habla de las personas que están destinadas a encontrarse y que tienen que coincidir en cinco planos distintos: el físico, el de las emociones y gustos, el intelectual, el de la conciencia o visión ética del mundo y por último el espiritual: «A muchos les basta para casarse y tener hijos coincidir con el primero y con el segundo».

Quien nos cuenta cada detalle es Gustavo Setién, el director de la Academia, el mismo puesto que ocupó Valle-Inclán entre 1933 y 1936 (Pérez Zúñiga es doctor en Estudios Clásicos con una tesis sobre Valle-Inclán). Precisamente, la utilización de este narrador es uno de los puntos fuertes del conjunto, gracias a su particular estructura. Setién detalla el proceso de escritura, comparte sus decisiones narrativas, sus dudas, también sus intenciones, a veces ambiguas, y los testimonios que les transmiten los propios personajes. Hay un momento en el que confiesa que le gustan los bares y los restaurantes donde puede dedicarse a su pasatiempo favorito: espiar a la gente y escribir sobre las personas que observa. Y es eso lo que vemos, lo que nos llega: «Conforme escribo esta novela, comprendo que las imágenes internas del narrador completan lo que ni los sentidos ni la memoria pueden transmitir. Es decir, la escritura da siempre un paso más al expresar el misterio».

Al finalizar la novela, conviene volver al inicio para leer de nuevo las tres citas elegidas (de Dante, de San Juan de la Cruz y de Joan Maragall) y entender por qué están ahí. Ocurre igual con la portada del libro, con una imagen de la obra de la pintora Remedios Varo titulada ‘Papilla estelar’, y que adquiere una luz singular al finalizar la historia. Para llegar ahí, antes hay que recorrer la Roma de Lucía, de Enrico, de Gustavo Setién, y buscar por el camino la ciudad que va unida a ellos, aunque sea imposible encontrarla, como ya señaló Quevedo: «Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, y en Roma misma a Roma no la hallas».

‘Veníamos de la noche’.

Autor: Ernesto Pérez Zúñiga.

Editorial: Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2025.

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