Poesía
El gran salto de Carmen Palomo Pinel
La autora gana el accésit del 34º Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma por ‘Ramas de mirto en la ciudad eterna’

La escritora Carmen Palomo Pinel. | CÓRDOBA
Con ‘Ramas de mirto en la ciudad eterna’, Carmen Palomo Pinel (Madrid, 1980) ha conseguido el acccésit del 34º Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, concedido por la Diputación de Segovia. Aunque empezó a publicar tardíamente, con 36 años, esta prolífica poeta acumula ocho poemarios en tan solo ocho años, dándose la circunstancia de que todos han sido reconocidos con distintos premios entre los que destacan el José Hierro, en 2021, por ‘Dido’; el Leonor de Poesía, en 2022, por ‘El desierto en tu espalda’; o el Ciutat de Valecia-Juan Gil-Albert, el pasado año, por ‘Ser mirada’. Además, se da la feliz casualidad de que en el mismo año ha publicado sendos libros en dos editoriales de referencia de nuestro país, Pre-Textos y Visor.
Palomo Pinel parece ser una de esos autores que ha ido escribiendo a lo largo de los años y que, de pronto, ha encontrado el cauce para publicar todo aquello que había ido guardando en el ordenador. Así, aunque no pueda establecer una cronología de su gestación, en la aparición de los distintos libros se aprecia una cierta evolución desde los titubeos iniciales hasta sus dos últimas obras -siendo la que nos ocupa tal vez la más significativa hasta el momento-, que suponen un salto cualitativo. El mirto o arrayán, una de las plantas sagradas en Roma, tiene un profundo simbolismo. Considerado uno de las atributos de la diosa Venus -nacida de la espuma del mar formada a partir de la caída de los testículos de Urano, tras ser castrado por su hijo Cronos, que, según Ovidio, al llegar a la playa chipriota de Ischia, se cubrió con ramas de mirto- se ha convertido en un símbolo de fertilidad, de belleza y de juventud, pero también de castidad. Plinio el Viejo describía en su ‘Historia Natural’ ritos nupciales en los cuales los novios llevaban coronas de mirto en la cabeza durante el banquete de bodas, tradición que hoy en día pervive en algunas regiones de Italia, donde se suele poner ramas de mirto en el ramo de flores de la novia. Asimismo, según el autor latino, el arrayán sustituía, a veces, al laurel en las coronas ofrecidas a los comandantes victoriosos para su entrada en Roma. La importancia de este arbusto era tal que Tito Livio afirmó en ‘Ab urbe condita’ que la ciudad fue fundada en el punto exacto donde había brotado este arbusto.
En el poco más de medio centenar de poemas que forman este libro, se aprecian las señas de identidad de una autora cuya extensa obra, a pesar de la sorprendente acumulación temporal de su publicación, camina con paso firme: la presencia de personajes, estructuras, temas y motivos relativos a la Roma clásica -un gladiador, Cicerón y la muerte de su hija Tulia, Virgilio y sus «sunt lacrimae rerum», Ovidio, las vírgenes vestales...-; la predilección por los poemas breves, directos y certeros, de tono epigramático, donde la poeta alcanza sus mejores logros; el deseo de experimentar tanto con la creación de neologismos, como con la puntuación o con la estructura sintáctica; el tono sentencioso; la concepción del mundo como un misterio cuyas claves están a la vista y solo hace falta mirar con atención para encontrar la llave; la elegante sensualidad; los anhelos; la belleza de lo insignificante; la fugacidad de todo lo amado; el tono celebrativo; la resurrección a través de las cosas y, por supuesto, a través del amor.
‘Ramas de mirto en la ciudad eterna’.
Autora: Carmen Palomo Pinel.
Editorial: Visor . Madrid, 2025.
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