Novela

Disparen sin piedad a la burguesía

Un puñado de polvo

Un puñado de polvo / Córdoba

Los diez años que van de 1928 a 1938 fueron gloriosos para el británico Evelyn Waugh (1906-1966). En esa década se forjó el escritor ‘antropólogo’, capaz de diseccionar a sus semejantes con una causticidad y puntería inconmensurables.

Así, de 1928 es ‘Decadencia y caída’, una mirada punzante al mundo de la educación que amplía sus horizontes para convertirse en pura sátira de la sociedad de su tiempo. También en este periodo publicó dos obras maestras de la sátira como ‘Merienda de negros’ (1932) y ‘¡Noticia bomba!’ (1938), en las que se carcajeó del colonialismo y el mundo de los corresponsales, respectivamente. Y por supuesto, publicó ‘Cuerpos viles’ en 1930, una primera deconstrucción de la complaciente juventud británica pudiente.

Una ‘primera deconstrucción’ porque la segunda es la novela que nos ocupa, ‘Un puñado de polvo’, publicada originalmente en 1934, aunque 30 años más tarde el autor la revisó, algo que también haría con casi todas las novelas de esa ‘década prodigiosa’.

La editorial Impedimenta publica ahora ‘Un puñado de polvo’, con traducción de Carlos Villar Flor, autor de un sagaz prólogo que aporta muchas claves para adentrarse en la obra.

En esta novela, que toma su título de unos versos de ‘La tierra baldía’ de T. S. Eliot, Waugh se ceba con la clase alta de su país, que tan bien conocía. Por aquí desfilan el mundo de los clubes privados de Londres, las reuniones de la alta sociedad, la caza del zorro y las mansiones campestres; de hecho, uno de los principales protagonistas de este libro es Hetton Abbey, hogar ancestral, y bastante pasado de moda, de Tony Last, que está casado con lady Brenda, quien no aprecia como debiera ese perdido reducto de la campiña inglesa.

La aparición en escena de un aprendiz de estafador romperá el precario equilibrio de este ‘Beatus ille’ a la inglesa.

Evelyn Waugh exhibe dos velocidades muy claras en esta novela. En la primera parte, los dos tercios de la obra, parece echar el freno a su mordacidad; se muerde la lengua para desplegar, con auténtica flema británica, el catálogo de despropósitos de sus compatriotas de clase alta.

En ocasiones, parece que asistimos a una comedia de Ernst Lubistch; en otras, sorprende la sordina sentimental que el escritor aplica a los personajes; en especial con un acontecimiento de lo más luctuoso, en el que nadie parece reaccionar con el dolor y expresividad que demanda la ocasión. Sin duda, ahí está una de las claves de su humor, en este caso, escorado hacia el humor negro; un tratamiento a años luz del que aparece en ‘La suerte de Barry Lyndon’ de Thackeray, ante un episodio parecido.

El mundo iluso y complaciente de las altas esferas recuerda al que también despliega su compatriota P.G. Wodehouse, sólo que Waugh, incluso cuando se contiene, es mucho más incisivo e implacable con sus semejantes. En este sentido, en su literatura se aprecia una de las fuentes de las que beberá Tom Sharpe; y para quienes busquen certezas de esto último, que se detengan en el personaje de Ben, el deslenguado mozo de cuadra y profesor de equitación del joven heredero de Hetton Abbey.

Y hablando de fuentes, en la segunda parte de la novela; es decir, en su último tercio, se despliega una clarísima referencia a una de las primigenias de Evelyn Waugh: la mirada sarcástica de Charles Dickens, cuya obra -no hay que olvidarlo- bebe a su vez de Cervantes y la novela picaresca española, entre otras influencias.

La presencia del creador de ‘Grandes esperanzas’ no es baladí -nos recuerda en el prólogo Carlos Vila Flor- pues el padre de Evelyn Waugh fue el editor jefe de la famosa editorial Chapman & Hall, en la que Dickens publicó muchas de sus obras.

Este homenaje nada velado es la ocasión para que ‘Un puñado de polvo’ se traslade al exótico universo viajero del propio autor y la sátira se vuelva ya descarnada y dickensiana; suelto ya el pedal del freno. El regreso de una obra muy recomendable.

‘Un puñado de polvo’.

Autor: Evelyn Waugh.

Editorial: Impedimenta. Madrid, 2025.

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