LAS GUARDAS

Sobre la lectura

Marcel Proust

Marcel Proust / Córdoba

Dicen que los rusos son aficionados a las discusiones sobre filosofía e historia, en la mayoría de las ocasiones bajo los efectos del alcohol. Pero nada tan grave como lo que ocurrió, hace ya algunos años, en la ciudad de Rostov del Don, en el sur de Rusia. En una acalorada disputa entre dos hombres, uno de ellos le disparó al otro, la trifulca versaba sobre las teorías del filósofo alemán Kant, ¡sobre Kant!.

Uno de los fragmentos de ‘Madame Bovary’ suprimidos por su autor, Gustave Flaubert (1821–1880), fue recuperado por el traductor Mauro Armiño para la edición española de Siruela (2014); se trata del fragmento «Una discusión sobre libros», que aborda la pasión de Emma Bovary por la lectura. Flaubert, gran lector de Cervantes, repite en su protagonista el origen de la locura del caballero andante: el cerebro de Emma, que pasaba las noches entre poesías románticas y novelas, había quedado dañado por esa loca pasión.

Leo ‘Sobre la lectura’ de Marcel Proust, en la edición de Cátedra, con traducción de Mauro Armiño. En una entrevista a Armiño fechada en 2022, le preguntaron el lugar que ocupa Proust en nuestros tiempos. Armiño responde -entre otras cosas-: «Académicamente es un icono de la literatura francesa del siglo XX y de la europea. Había tres en el siglo, Joyce, Kafka y Proust, y creo que es más importante Proust porque el ‘Ulises’ inventa el monólogo interior, pero nada más». Uno puede o no estar de acuerdo con las interpretaciones, no conviene entrar en litigios, ni provocar siquiera un altercado, tampoco diría que es motivo de controversia, simplemente la labor de Mauro Armiño como traductor es magnífica. El pequeño ensayo de Proust ‘Sobre la lectura’ comienza con estas palabras: «Quizá no hay días de nuestra infancia que hayamos vivido con tanta plenitud como aquellos que creímos dejar sin vivir, aquellos que pasamos con un libro preferido».

Hoy en día se les presta más atención a las obras contemporáneas que a las clásicas, y debería ser al revés. «La afición por los grandes libros crece con la inteligencia», escribe Proust. Uno de los más bellos fragmentos de este ensayo dice: «La persona culta lee para leer, para retener lo que ha leído. Para ella, el libro no es el ángel que emprende el vuelo tan pronto como ha abierto las puertas del jardín celestial, sino un ídolo inmóvil, al que adora por sí mismo».

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