GALERÍA ESTUDIO
Jardín de la felicidad

Jardín de la felicidad / Manuel Ángel Jiménez
Dicen que al final se vuelve al principio, que la vida es como una rueda. Que volvemos a la niñez, al tiempo de la felicidad. Mi abuelo materno, Ángel -de ahí me viene medio nombre-, me enseñó, con paciencia, a leer y escribir, así como a sumar, restar y multiplicar -dividir hay otros a los que se les da mejor, y no me refiero a los concursantes de ‘Saber y ganar’-, cada mañana, en una pequeña biblioteca ubicada en los Jardines de los Patos (ahora denominados de la Agricultura), justo enfrente de donde nací (Mozárabes, 15).
Desde entonces, he visitado salas de lectura cercanas a mi zona de residencia, La Judería, aunque con los años las vi emigrar. Y el círculo parece cerrarse cuando en la actualidad acudo a diario, para consultar prensa, libros y escribir textos, hasta la flamante Biblioteca Pública Grupo Cántico, desde donde se puede observar, a través de las cristaleras, esos bancos de piedra, con azulejos incrustados, donde se pueden leer aforismos que Séneca escribió y nos quedan como recuerdo de que allí hubo en otros tiempos una biblioteca, pero cuando se alía el vandalismo con la dejadez... ya se sabe: sale esta foto.
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