NOVELA
Disfrazar los recuerdos
‘Los hechos de Key Biscayne’, de Xita Rubert, ganó el Premio Herralde 2024

La escritora Xita Ruber, que ha ganado con su último libro el Premio Herralde. / Efe
Hay una doble madurez que se puede medir en esta novela. Por un lado, la de la narradora, que cuenta la historia recomponiendo (de una manera particular) la distancia entre los hechos y su memoria; por otro, la de la autora, Xita Rubert (Barcelona, 1996), que obtuvo con Los hechos de Key Biscayne el Premio Herralde 2024 (compartido con la escritora chilena Cynthia Rimsky, que lo ganó con Clara y confusa) y que nos expone en un breve prólogo toda una declaración de intenciones. Un manual de apenas un par de páginas donde la invención se plantea como una necesidad, con el deseo «de sustituir lo real por lo narrado, de modificar y suplantar lo que sucedió».
Los hechos: una niña, la narradora, se traslada con su padre, profesor de filosofía, de Boston a Miami; lo hace acompañada también por su hermano mayor. Los tres pasan del ambiente universitario y frío del norte de Estados Unidos al clima de Florida. De Massachusetts a Key Biscayne en un salto que les dejará en un ambiente de niñas alejadas de la infancia, padres nada convencionales y una mezcla de mafia, ricos y acontecimientos difíciles de narrar: «Con mi padre me pasa siempre lo mismo: cuando quiero narrar la realidad que viví con él, las reglas de la ficción hacen siempre el pino». Por eso, tal vez, insiste con fuerza en la peculiar forma de revivir los recuerdos, que no tienen un traje hecho a medida sino un disfraz de sonidos, colores y olores que cambian con las circunstancias del presente.
Particularidades
Las particularidades del lugar en el que se desarrollan esos hechos (los condicionantes de su situación geográfica) tan distintas a cualquier otra zona en la que contar una historia, hacen meritorio que ese rastreo de la memoria que lleva a cabo la protagonista acabe por convertir el material narrado en una destilación perfecta de sensaciones muy extrañas: «Es posible que mi primer aprendizaje de la ficción fuese aquel. Inventarme un tono, versionar unos hechos, porque siempre tenía a un espectador -a ella o a él [se refiere a sus padres, que están divorciados]- que esperaba algo de mí: la constatación de la lealtad, la confirmación de la mezquindad del otro, la obediencia a una de las dos versiones».
El divorcio de los padres, muy presente en todo momento, marca también ese atractivo tono que tiene la novela, desde una posición nada común para alguien de esa edad, más allá del paso del tiempo que se ocupa de certificar lo sucedido con su visión rompedora: «Porque miento cuando finjo querer recobrar lo que sucedió. Lo que quiero es cambiarlo».
«El choque cultural, manifestado en las relaciones personales que entabla la joven, alcanza momentos de una reflexión igualmente profunda»
El choque cultural, manifestado en las relaciones personales que entabla la joven, alcanza momentos de una reflexión igualmente profunda. En apenas unas líneas deja ver cómo se vive en Key Biscayne, donde la realidad se esconde o se adultera hasta extremos que resultan teatrales, como en la escena en la que acude a la casa de una compañera de clase y se refiere al personal de servicio: «No llegué a hablar con ninguna de aquellas figuras en la sombra, pero, como sucede con todo lo que trata de ocultarse, las percibí, las noté más que si estuvieran a la vista. Con el tiempo, y tras múltiples visitas a la villa, entendí que sus vidas consistían en hacerse invisibles para que todo lo visible reluciese». Una tramoya de clase social para que la apariencia de realidad brille. La figura del padre, excéntrica, divertida (a su modo) y perturbadora es tan enigmática como cercana. Tanto como para que sus acciones creen un punto de vista con tanta fuerza como el de la narradora.
Acciones que pueden incomodar por no saberlas identificar como graciosas o vergonzosas. Quizás, el jurado del 42º Premio Herralde, compuesto por Aldo García, Marta Sanz, Gonzalo Pontón, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé, se refería a eso cuando habló de la excentricidad en la escritura de Xita Rubert.
La extravagancia de Los hechos de Key Biscayne nos interpela para decidir qué tipo de lectura podemos llegar a hacer. Pero como ocurre con los recuerdos, no ha de tener un traje hecho a medida y nos puede servir para poner a debatir nuestra propia forma afrontar la ficción como mecanismo para recomponer cualquier realidad. Sería mejor entonces un disfraz hecho a medida para cada ocasión.
‘Los hechos de Key Biscayne’.
Autora: Xita Rubert.
Editorial: Anagrama. Barcelona, 2024.
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