El zaguán
Mar de las ágatas
José Antonio Sáez es un poeta magnífico, armonioso, y en este libro lo demuestra a cada instante

José Antonio Sáez. / CÓRDOBA
Cuando en un verso entra sin aviso la lluvia de noviembre humedeciendo el frágil corazón de un ruiseñor, detrás existe un espléndido poeta. José Antonio Sáez lo es, sin duda: es un poeta grande, universal. Lo demuestra en este ‘Mar de las ágatas’ que ve la luz en la editorial Alhulia. Entre sus páginas, fluyen versos cálidos, teñidos de una vesperal ternura, de un amor denso, limpio, angelical: «Ruedan las hojas de la buganvilla.../ Alguien las mira triste, meditando», dice el autor en un poema magistral con aromas de Hernández y de Machado. José Antonio Sáez, insisto en ello, es un poeta magnífico, armonioso, y en este libro lo demuestra a cada instante.
Lo es cuando dibuja el resplandor que deja la tristeza en un costado: «Dame la boca que me diste fuente.../abre tu corazón, corza adamada». Lo moderno y lo clásico, el espíritu de hondo acervo místico y la carne más luminosa y dulce del amor se funden dentro de este libro insólito que nos ofrece un mar ancho de imágenes para acotarlo en nuestro corazón: «Esta camelia blanca de amor mío/ que despliega ante ti su hermosa nieve». José Antonio Sáez sabe sembrar en medio del olvido y la amargura un delicado amor lleno de flores, de peces que humedecen las entrañas. En este ‘Mar de las ágatas’ hay poemas rotundos, frescos, tersos como espadas.
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